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Un cuarto de hora después, el señor de Bevallan dejaba el castillo con mi colega de Rennes. Su partida y su desgracia han tenido por efecto inevitable desencadenar contra él todas las lenguas de los criados, y su imprudente intriga con la señorita Helouin ha estallado muy luego. La joven, sospechosa hacía algún tiempo por otros motivos, ha pedido permiso para retirarse, y no se le ha negado.

Anteayer, la casualidad hizo que me hallase solo con ella en el salón, habiendo salido bruscamente la señorita Helouin para dar una orden. La conversación indiferente en que nos hallábamos comprometidos cesó al instante como por un secreto acuerdo; después de un corto intervalo de silencio: Señor me dijo la señora de Laroque con acento penetrado, deposita usted muy mal sus confidencias.

¡Mis confidencias, señora! No puedo comprenderla. A excepción de la señorita de Porhoet, nadie en el castillo ha recibido de , ni la sombra de una confidencia. ¡Ay! respondió quiero creerlo... lo creo... pero no es bastante. En el mismo instante entró la señorita Helouin, y todo quedó concluído.

Este aplomo soberano irritaba visiblemente á la señorita Helouin, pero, al mismo tiempo, la domaba; sin embargo, si sólo hubiera arriesgado perderse con su cómplice, no dudo que le hubiera prestado inmediatamente, y con más razón, un servicio análogo al que me había dispensado la víspera; pero era probable que, cediendo á su celosa cólera y confesando su ingrata duplicidad, se perdiera sola; y tenía toda la inteligencia necesaria para comprenderlo.

Habiendo la señorita Helouin y la señora Aubry manifestado un vivo deseo de ver renovarse las tan ponderadas hazañas de Mervyn, la joven llamó al terranova y lanzó como el día anterior su pañuelo á la corriente del río, pero á esta señal el valiente Mervyn, en lugar de precipitarse al lago, tomó la carrera á lo largo de la ribera yendo y viniendo, con aire diligente, ladrando con furor, agitando la cola, dando en fin, mil pruebas de un poderoso interés, pero al mismo tiempo de una excelente memoria.

Arrojóme una mirada diabólica. ¿Qué sabe usted de eso? dijo. No todos los hombres son corredores de fortuna. ¡Ah! ¿será usted acaso una perversa, señorita Helouin? le dije con mucha calma. Siendo eso así, tengo el honor de saludarla...

Miróme repentinamente. ¿Ni aun con Margarita? dijo. No veo lo que aquí significa el nombre de la señorita Margarita. Rechazó con una mano los cabellos que inundaban su fisonomía y tendiendo la otra hacia , con gesto amenazador. Usted la ama dijo con voz sorda, ó más bien ama su dote; pero no la obtendrá. ¡Señorita Helouin!

La hora era bastante avanzada para justificar la precaución que tomé de permanecer oculto en la espesura de un bosque y observar aquellos nocturnos rondadores. Pasaron lentamente delante de : reconocí á la señorita Helouin apoyada en el brazo del señor de Bevallan.

Mientras que me extraviaba en las selvas célticas, siguiendo los pasos de la señorita Helouin, á la que no falta sino un poco de gordura para ser una druidesa muy pasable, la viuda del agente de cambio, colocada cerca de nosotros, hacía resonar los ecos de una queja continua y monótona como la de un ciego; se habían olvidado de ponerle su calentador, se le servía un potaje frío, se le presentaban huesos descarnados; ved ahí cómo se la trataba.

Aparentemente había acabado por concebir algunas dudas sobre la veracidad de la señorita Helouin que se habían comprobado con la casualidad, para ofrecerme bajo una forma disfrazada una especie de reparación que se creía deberme. En medio de las preocupaciones que entonces me asaltaban, daba escasa importancia al fin particular que nos proponíamos en aquel extraño paseo.