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¡Mi mujer! exclamó con una expresión de inconcebible desprecio por una idea que le parecía insensata. ¡Yo el marido de Julia! ¡Ah!... Pero, entonces, Domingo, ¿es que no me conoces mejor que si nos hubiéramos encontrado por vez primera hace una hora nada más? Primero te diré por qué jamás me casaré con Julia y luego te explicaré por qué nunca me casaría con ninguna otra, quienquiera que fuese.

Y más tarde no quería pensar cuándo , lo casaría con una mujer que fuera de su agrado; su nacimiento obscuro iba á realzarse con la seducción de una riqueza enorme... Pero el mundo se desplomaba de pronto en una demencia furiosa, y este príncipe de la suerte, cuya madre había conferenciado tantas veces con su jefe de cocina, imaginando sorpresas gastronómicas dedicadas á él, lloraba desde una llanura glacial remota y triste: «Mamá... hambre. ¡Tengo hambre

Miraba de frente al joven con sus grandes ojos verdes, luminosos y burlones, con tal franqueza, que Rafael inclinó la frente tartamudeando. No se casaría usted, y haría muy bien. ¡Como que resultaría una solemne barbaridad! Yo no soy de las mujeres que sirven para eso. Muchos me lo han propuesto en mi vida, acreditándose con ello de imbéciles.

Elena se mostraba por esta privación inquieta y dolorida algunas veces; otras lo echaba a broma y abrazaba y besaba con entusiasmo una perrita que su marido le había regalado, diciendo que aquella era su hija y que muy pronto la casaría para darse el gusto de tener nietos a los veinte años. Don Germán aún lo sentía más que ella, pero lo disimulaba mejor.

Digo lo que mi madre respondió esta . No es cosa de chanza que el jefe de una familia sea de distinta religión que la de esta; creo como mi tío, que cada cual debe casarse en su país; y digo lo que Rita: que no me casaría jamás con un hombre sólo porque tuviese veinte mil libras de renta.

Si me privo de todo, me muero de pena, y si no me privo me deshonro... ¡Oh Dios!, ¡quién fuera cursi, quién fuera populacho!... Me pasaría la vida haciendo cigarros, lavando ropa, comiendo bodrio, durmiendo en un jergón asqueroso; me casaría con un cafre hediondo, tendría un chiquillo cada año, viviría como una bestia, toda imbécil, toda sucia...; ¡pero sería feliz como son felices los que no conocen el dinero!... ¿Qué es mejor, ser una piedra, que se está donde la ponen, o ser una criatura racional que quiere ir a alguna parte? ¡No , no ! ¡Benditos sean los adoquines, que ni siquiera sienten los pisotones que les dan!... Vaya, vaya, qué duro es este sofá.

Todas sus ansias y suspicacias eran enfermizas, y usted no ignora de qué modo se sufre y se hace sufrir con este modo de ser. Un día me dijo que estaba enamorado, y que posiblemente se casaría muy pronto. Aunque me habló con loco entusiasmo de la belleza de su novia, esta apreciación suya de la hermosura en cuestión no tenía para ningún valor. Vezzera insistió, irritándose con mi orgullo.

Muerta su esposa, trasladóse Lope a la Corte, donde su antiguo perseguidor Jerónimo Velázquez pide a la justicia le sea levantado lo que le falta por cumplir de la condena de destierro; acaso esperando, según han maliciado eruditos modernos, que el fecundo y ya famoso poeta se casaría ahora con Elena, ya también viuda por aquellos tiempos.

No era posible que por un capricho momentáneo la abandonase, deshiciese un lazo que era sagrado por las circunstancias en que se había contraído. Le gustaba que nadie contrariara su voluntad; pero por lo mismo no se casaría á un dos por tres con cualquier mujer, sino con una que tuviera bien probada, que le estuviese enteramente sometida... como ella. ¡No lo sabía bien el pobre Manolo!

Se alejaría de aquella familia que sólo era en apariencia suya, pero a la cual no le ligaba lazo alguno; se casaría con Tónica, buscaría una tienda modesta y emprendería otra vez la conquista azarosa y difícil del dinero, teniendo por maestro a don Eugenio y siguiendo los procedimientos lentos y rutinarios del comercio a la antigua.