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De aquí tantas pavas clandestinas. ¡Los padres braman durante el depósito judicial y la luna de miel; pero los nietos arreglan luego el asunto!

Es que eres un sabio, pero no vales un céntimo para las cosas de la vida. Contigo se aprende, pero no se sale de pobreza... Hemos pasado meses pensando en la necesidad de dar un golpe afortunado. Esas revoluciones de que nos hablas están muy lejos. Las verán nuestros nietos, y aun tal vez no las vean.

Los chuetas de ahora, los únicos mallorquines de origen judío conocido, eran los descendientes de los últimos convertidos, los nietos de las familias en las que se había ensañado la Inquisición. Ser chueta, proceder de la calle de la Platería, a la que se llamaba por antonomasia «la calle», era la peor desgracia que le podía ocurrir a un mallorquín.

Hay que buscar dónde oír una misa. No se encuentra un sacerdote que entienda nuestra lengua para confesarse con él.» Y el contento de regresar a su tierra de altas mesetas y vegetación tropical aminoraba la tristeza de dejar a sus espaldas a la hija única y los nietos. La habían rogado que se quedase con ellos. ¡Ay, no! Quien la sacase de Salta, la mataba.

Si toos fuésemos nietos de Adán, y a Adán, verbigrasia, le yamaban Pérez, toos seríamos Pérez de apellido. ¿Está claro?... Pues cuando ca uno yevamos er nuestro, es porque hubo muchos Adanes, y lo que cuentan los curas too... «¡líquidoSuperstisión y atraso. Nos farta instrucsión y abusan de nosotros... Me paese que me explico.

Pero como nadie puede responder hoy de inmovilizar ninguna propiedad, aunque se trate de la sepultura de una familia, y como la adversidad puede traspasar una tumba, lo mismo que otra propiedad cualquiera, de una familia a otra, me asusta el caso de que puedan entrar un día los acreedores u otras personas indiferentes en posesión del castillo y de sus jardines, y no quiero yo, de ninguna manera, que nuestros hijos ni nuestros nietos resulten desposeídos por expropiación o venta, de los restos de una madre como de una cosa mundana y sin importancia, pasando el mejor día de mano en mano.

ABIND. Su historia me mueve. Pero dime, Alborán, así los cielos Te dejen ver el fin de tu esperanza, Y lo que quieres bien gozar sin celos; Ansí en el campo la gallarda lanza Y en la plaza tu caña sea famosa, Y el Rey te su Alhambra en confianza; Ansí de amiga cara o dulce esposa, Si dellos tienes esperanzas vanas, Alcances hijos, sucesión dichosa; Y dellos, en moriscas africanas, Los nietos, que colgados de tu cuello, Con tiernas manos jueguen con tus canas Ansí primero veas su cabello Nevado que tu muerte, y lleno acabes De fama y años, que Alá puede hacello, Que me digas, pues yo que lo sabes, Si soy yo Bencerraje, y si deciendo De los que alabas y es razón que alabes, O, como por ventura estoy temiendo, Soy hijo del alcaide de Cartama, Puesto que la verdad del alma ofendo; Que por la fe que el noble estima y ama, De guardarte secreto eternamente.

Así transcurrió el tiempo para las dos familias, sin agredirse como en otra época, pero sin aproximarse: inmóviles y cristalizadas en su odio. Una tarde sonaron a rebato las campanas del pueblo. Ardía la casa del tío Rabosa. Los nietos estaban en la huerta; la mujer de uno de éstos en el lavadero, y por las rendijas de puertas y ventanas salía un humo denso de paja quemada.

Después de treinta años de lucha, en casa de los Casporras sólo quedaba una viuda con tres hijos mocetones que parecían torres de músculos. En la otra estaba el tío Rabosa, con sus ochenta años, inmóvil en un sillón de esparto, con las piernas muertas por la parálisis, como un arrugado ídolo de la venganza, ante el cual juraban sus dos nietos defender el prestigio de la familia.

En una de las salidas contra los prusianos hirieron á mi hombre, y le salvé la vida. Luego tuve que trabajar mucho para mantener á un marido inválido y á una hija única.... Mi marido murió; mi hija murió también, dejándome dos nietos.