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Esto es de Fantomas exclamé. Efectivamente, el protagonista de Claudio Lefaure es un ladrón de hoteles que se llama Fabricio Levrot. Fantomas sueña con emular la vida azarosa y fantástica de este personaje. Es el galán de los ouistitis. Como todo hombre vanidoso, Fantomas se cree irresistible con las damas.

Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. Rafaé: me dicen muchas cosas de ti y toas son malas... ¡Pero eres bueno! ¿verdá que cambiarás?...

Traía maravillado esto al ingenioso Sánchez y un es no es inquieto, porque ¿cómo acordar estas costumbres metódicas y sedentarias con la existencia azarosa que su amigo había llevado hasta entonces? ¿Cómo no sorprenderse de que un hombre nacido en el arroyo y en lucha constante con la sociedad tuviese tal cuidado de retirarse cuando las gallinas?

El moro fué siempre un hombre terrible en la guerra, y lo mismo en Mindanao como en Joló; el número de su fuerzas no es conocido, porque allí donde hay un moro hay un guerrero; siempre armado con lanza, cris ó campilan, armas que nunca abandona, que son compañeras inseparables suyas, y que maneja con una rara habilidad; acostumbrado, como el indio, al clima en que vive y á las fatigas de su azarosa vida poco necesita para cubrir sus atenciones; bástale un puñado de arroz, las frutas que el bosque le brinda, la pesca que abunda en sus playas y el agua de sus pantanos.

Estaba en el otoño, ya muy entrado, de su azarosa vida, y comprendía que aquel hombre era una ganga. Entregáronse, pues, al mayor desenfreno amoroso: ella por cálculo y él por torpe apasionamiento.

A principios de 1902 falleció en Londres un americano cuya vida podría parecer singular aun en su país natal, donde por cierto abundan los hombres que se complacen en desafiar las circunstancias de una existencia azarosa y llena de incertidumbre. Fue sucesivamente minero, maestro de escuela, corrector de pruebas, tipógrafo, editor y últimamente cónsul de los Estados Unidos en Glasgow y Londres.

Se alejaría de aquella familia que sólo era en apariencia suya, pero a la cual no le ligaba lazo alguno; se casaría con Tónica, buscaría una tienda modesta y emprendería otra vez la conquista azarosa y difícil del dinero, teniendo por maestro a don Eugenio y siguiendo los procedimientos lentos y rutinarios del comercio a la antigua.

No hay alpiste que valga contra estas cosas. Llega un dia en que, al amanecer, se abren las puertas de una casa, y una jóven baja la escalera, con un envoltorio en la mano, despeinada, trémula, azarosa, paladeando sin cesar, porque la saliva pegaba sus labios; esa jóven atraviesa furtivamente algunas calles, mira hácia atrás y vuelve á correr, hasta que llega á un punto en donde un hombre la esperaba.

Ese rumor que circulaba acordábase muy bien con la idea que daba el cálculo de tal contrapeso, necesario al hemisferio que habitamos y al equilibrio del globo. No hay existencia más azarosa que la de Magallanes. Constitúyenla combates, viajes á lejanas tierras, huídas y litigios, naufragios, asesinato frustrado, y finalmente, pérdida de la vida en manos de los salvajes.

Ahora no veía en nada de aquello lado alguno ridículo. ¡Oh, la Iglesia era sabia! ¡Conocía el corazón humano y cuáles eran los momentos grandes de la vida! ¡Era tan solemne el nacer, el tomar un nombre en la comedia azarosa de la vida! ¡El bautizo hacía pensar en el porvenir, en una síntesis misteriosa, de punzante curiosidad, de anhelante y temerosa comezón de penetrar el porvenir!