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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pero Raquel insistió, y volviendo a su tono persuasivo, suave, le pidió que al menos postergara el casamiento hasta una semana más. Que no sea este lunes que viene, sino el otro. ¿El otro lunes? Sí, no te pido más. Tú quieres ganar tiempo. Postergarlo hasta una semana... Te lo suplico. No, si el casamiento se postergara tres días, nada más que tres días, tal vez ya no me casaría, estoy segura.
Si no, ¿me casaría? Ya casada, vencido el natural encogimiento que debo guardar, le demostraré mi ternura, y le haré ver que hay un tesoro de ella en mi alma, aunque escondido entre burlas y alegrías; y cuando vea el tesoro, y le goce, y conozca que es suyo, y mejor que cuanto podía él soñar, ha de conocer que no es mi corazón de corcho sino de almíbar y jalea, y se ha de poner como jalea y como almíbar, y ha de bailar y reír de gusto, declarando y confesando que se compaginan bien los regocijos con el verdadero amor, y las risas con la ventura más seria y más grave en el fondo.
Eso puede ser en ese mundo del cual vengo; donde la gente no se escandaliza; donde la virtud es ancha y no pincha, y cada uno, por egoísmo, porque respetan sus debilidades, procura no censurar las ajenas. ¡Pero aquí!... Aquí el amor es un camino recto que forzosamente ha de conducir al matrimonio; y vamos a ver, ¿sería usted capaz de mentir asegurando que se casaría conmigo?...
Habiendo decretado que el joven no se casaría sino bajo sus auspicios, su compromiso, contraído sin que ella hubiera tenido en él la menor participación, no le pareció nada ortodoxo. De aquí que repitiera sin cesar que Huberto y sus «esperanzas» valían una fortuna mayor.
Andronico aceptó el partido, y empeñó su palabra que casaria su hijo. Con esto el Genovés arrogante con dos galeras llegó á Galípoli debajo de seguro.
Contaba una criada de mi casa, la Iñure, que un indiano rico de su pueblo, ex negrero, que estaba muy incomodado porque su hijo quería casarse con una muchacha pobre, hizo a la chica esta advertencia: Yo, como tú, no me casaría con mi hijo. Ten en cuenta que yo he sido negrero y que en mi familia ha habido dos personas que fueron ahorcadas.
Experimentó violenta sacudida. Una ola hirviente de bilis inundó su pecho. Aquella noche tuvo fiebre también. ¡Se le escapaban! No había posible venganza para aquel traidor. Iría a Madrid, se casaría; tal vez allí recibiría la noticia de la muerte de su hija; lloraría un poco; al cabo las caricias de su adorada esposa se la harían olvidar.
Soy demasiado orgulloso para consentir en aumentar por un préstamo tan odioso la suma de mi valor personal y para dar esta ventaja sobre mí a la vanidad de una mujer. Antes de sufrir semejante humillación me casaría con la misma Adela. ¡Adela! ¡Ya lo creo! 5 de mayo.
Conmigo tenían cierta tolerancia, y como sólo se trataba de cartitas y tonterías, dejé correr el engaño, pasando por casquivana... Algunas veces me apropiaba deliberadamente las faltas de Asunción, por el beneficio que me traían... ¿no entiendes? Mi mayor gusto era ver rabiar a D. Diego, diciendo que no se casaría nunca conmigo.
Cada vez que ella iba a un baile o que algún joven desconocido era recibido en casa de los Aubry, Juan, angustiado, se preguntaba: ¿Será éste quien se la llevará? Hasta entonces, felizmente, María Teresa se había mostrado difícil, declarando que no se casaría nunca sin conocer bien, apreciar y amar a quien había de ser su marido.
Palabra del Dia
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