United States or Canada ? Vote for the TOP Country of the Week !


Considere un momento, señor Muñoz, que Adriana sólo se casaría con usted por la compasión que yo le inspiro y es capaz, para llegar a este fin, de haberle fingido que lo quiere. Laura hablaba exaltada hasta la pureza de una sinceridad diáfana, mientras Muñoz, adusto, con los ojos bajos, apretándose las manos, parecía aguardar, impaciente, que ella concluyera. ¡Y no se conmueve! continuó Laura.

Lord Gray dijo Asunción me juró que al día siguiente abrazaría el catolicismo. Y que se casaría contigo, ¡pobrecita! dijo con benevolencia la marquesa. Lo de siempre... historia vieja balbuceó Calomarde a mi oído. Señores dijo Villavicencio retirémonos. Estamos aumentando con nuestra presencia la confusión de esta desgraciada niña.

No, preferiría, más bien, a un hombre pobre... aun cuando es seguro que nunca me casaré... nunca, jamás. Permanecí callado un momento; luego le dije con torpeza: Yo siempre pensé que se casaría usted con el joven lord Newborough. Parecían muy buenos amigos. Lo éramos... hasta que él me propuso casamiento.

Le he invitado a comer para esta noche dijo a Laura. ¡Y es todo un novio el que te anuncio! agregó bromeando. Laura se había puesto escéptica en materia de novios. Pensaba que no se casaría, ella que naciera madre, por sus sentimientos, de todo ser que necesitase su auxilio o protección.

Con una mezcla de envidia y de inconsciente interés, contemplaba Delaberge a ese joven robusto, bien tallado, de mirada profunda y franca, de maneras simples y correctas, y pensaba aun sin quererlo: «He aquí un muchacho del que me gustaría ser padre». Después, dejándose llevar por la pendiente de sus ensueños matrimoniales, añadía para : «Todavía puedo tener hijos, no he de perder la esperanza; no falta sino la mujer, y yo de una, no lejos de aquí, con la que me casaría de buena gana...»

El dueño de Can Mallorquí había dispuesto del porvenir de sus hijos rudamente, con esa energía del campesino que no repara en obstáculos cuando cree hacer el bien. Margalida se casaría con un payés, y para él serían las tierras y la casa. Pepet sería cura, lo que representaba una ascensión social de la familia, honor y fortuna para todos.

Rafael, sustrayéndose modestamente a sus aplausos, se acercó a Dávalos, y pasándole una mano por encima del hombro le dijo, bajando la voz aunque no tanto que no pudiesen oirle los amigos: Pues , Manolito, no es broma. Yo me casaría con mi tía. ¿Qué se pierde con ello? Es una vieja.... ¡Mejor! Así se morirá más pronto.

Casaría a su Ramón con Bernarda, una muchacha fea, malhumorada, cetrina y enjuta de carnes, que heredaría de sus padres tres hermosos huertos. Además, llamaba la atención por lo hacendosa y económica, con una parsimonia en sus gastos que rayaba en tacañería. Ramón obedeció a su padre.

Eso hubiera sido una atrocidad. ¡Bendita sea lo hora en que el gran duque de Osuna me vió! El amor iguala á los bajos con los altos, y si no fuera yo casado... ¿Te casarías conmigo? No; pero no me casaría con otra. Yo os quiero así, mi señor... yo me muero por vos, y aunque no fuéseis rico ni duque, os amaría del mismo modo. Oye: es el ruido de un coche.

No, nada había cambiado en sus proyectos para el porvenir. Eva se volvería a América y él a alguna guarnición lejana. Probablemente no se verían más; él envejecería solitario como la tía Liette: ella se casaría con algún brillante noble o con algún rey del país de los dólares... No era esta una agradable perspectiva, y, sin embargo, era feliz. «El corazón tiene razones que la razón no conoce