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En otra lo pulen, que es cosa muy curiosa, parecida a la de las piedras de amolar, sólo que la máquina de pulir anda más de prisa, y la rueda es de alambres delgados como cabellos, como un cepillo que da vueltas, y muchas, como que da dos mil quinientas vueltas en un minuto.

¡Absolutamente! replicó Pedro sonriendo . Solamente vengo a pedir a usted un favor un tanto enojoso... ¿Podría hablar a usted un momento a solas? La vizcondesa echóle sorprendida y curiosa mirada. ¡Entremos! replicóle después. ¿Puedo cerrar las puertas? preguntó el marqués. ¡Ciertamente! Pierrepont cerró las ventanas sentándose a algunos pasos de la vizcondesa.

Al subir al carruaje ambas damas, apareció el tío Frasquito presuroso, muy lozano, pulcro y resplandeciente, haciéndolas señas de que le aguardasen. Subió con ellas al coche, sacó del bolsillo una curiosa cajita de cartón y púsola sobre sus rodillas.

Era la vida meridional, franca, bulliciosa, expansiva, que no teme la mirada curiosa del paseante, antes la solicita y se huelga con ella, donde aún late vivo, después de tantos siglos, el sentimiento de la hospitalidad, la religión de los árabes. Sevilla ofrecía a tal hora un aspecto mágico, un encanto que turbaba el ánimo y convidaba a soñar.

Los papeles originales, juntamente con la letra escarlata, que diré de paso es una reliquia muy curiosa, están aún en mi poder, y se mostrarán á quienquiera que, incitado por el interés de esta narrativa, deseare verlos.

Mina quedó á pocos pasos, más curiosa que asustada, saboreando de antemano la gran corrección que iban á recibir los bandidos. «El rey de las praderas» terminaría la pelea en unos segundos.

Por fin entregó un sobre cerrado á la aña Nicanora, rogándola que aquella misma tarde fuese á los altos hornos para entregarlo á don Fernando. Todas las preguntas de la curiosa campesina fueron inútiles. La niña estaba de mal humor y no quería contestar. Doña Cristina permaneció invisible hasta la hora de la comida.

Luego recordaba su rostro y toda su gentil figura, que no había dejado de examinar cuando le tuvo delante de ella. Y por virtud de este recuerdo vino a nacer en su alma la más singular alucinación, la más curiosa y rara fantasía que puede soñarse. En balde procuraba apartar de su mente aquel ensueño peligroso.

Y todo eso realzado por cierta originalidad de vestidos que, sin tener la gracia de los alpestres y meridionales, ni la curiosa extravagancia de los bretones, normandos y alsacianos, nos revelaban una tendencia notable hácia las combinaciones pintorescas.

Con esta última página está sucediendo lo que con el primer número de La Edad de Oro; que no va a caber lo que el amigo de los niños les quería decir, y es que en el número de agosto se publicará una Historia del Hombre, contada por sus casas, que no cupo esta vez, historia muy curiosa, donde se cuenta cómo ha vivido el hombre, desde su primera habitación en la tierra, que fue una cueva en la montaña, hasta los palacios en que vive ahora.