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Cuando estuvo ya bastante preparada, el joven dio otro giro a la conversación, enderezándola por ciertos caminos peligrosos. ¡Ay, Lucía, no sabes cuánto me has hecho pecar de pensamiento! ¿Y por qué? repuso la dama; en sus ojos brilló una chispa de malicia. Porque... porque... ¡bah! ¿Quieres que te lo diga? , dímelo. No me atrevo; te vas a enfadar conmigo. No me enfadaré; dímelo.

Sin sentirme «cansado» de vivir como vivía, porque no cabía el cansancio en un andar tan reposado y, relativamente, metódico como el que había usado yo hasta llegar adonde había llegado por tantos y tan peligrosos caminos, comenzaba a notar a la sazón cierta languidez de espíritu, cierta inapetencia moral que no estaban reñidas seguramente con un paréntesis de reposo, y mucho menos con un cambio de impresiones y de «alimentos». Por este lado, la carta de mi tío no podía llegar más a tiempo de lo que llegó a mis manos.

Unicamente para presentaros á ese caballero; pero la culpa la tengo yo, que me intereso por mi padre y por mis parientes, que tan poco se interesan por . Si yo no me interesase por vos, no me importaría que diéseis pasos peligrosos. ¡Pasos peligrosos!... ¡Quien os haya visto acompañada por Quevedo... por ese hombre de tan mala fama! Pero es que nadie me ha visto ni ha podido verme.

Llevaban productos del país á los puertos del Pacífico, para traer en sus viajes de vuelta objetos de procedencia europea, pues Buenos Aires y los demás puertos argentinos están muy lejos. En su casa, Rosalindo sólo había oído hablar de peligrosos viajes á través de los Andes y de la altiplanicie desolada de Atacama.

No hagáis ostentación en vuestra novela prosiguió la marquesa de frases y palabras extranjeras de que no tenemos necesidad. Si no sabéis vuestra lengua, ahí está el diccionario. Bien dicho repitió Rafael ; no daremos cuartel a las esbeltas, a las notabilidades ni a los dandys; perversos intrusos, parásitos venenosos y peligrosos emisarios de la revolución.

Aquellos senderos podían resultar por la noche peligrosos para el reducido cortejo que debía trasladar el cuerpo, desde la casa de Milly, al cementerio de Saint-Point. Tan luego el alba apareció por las lejanas cumbres de los Alpes, volvimos a emprender nuestra marcha, escoltados hasta la altura de la primera colina que domina el jardín y las viñas, por todos los habitantes de la aldea.

Las montañas se elevan á menudo perpendicularmente sobre nuestras cabezas, dejando sólo un estrecho paso que se reparten el hombre y el arroyo. En otras ocasiones los peñascos se aglomeran en un punto, los unos sobre los otros, de tal suerte que el hombre y el arroyo se ven obligados á dar mil vueltas y rodeos para hallar salida. Ella pasa por los sitios más peligrosos sin ningún miedo.

Debemos hacer notar que esas abrigadas landas son ardientísimas á ciertas horas del día, puesto que absorben, concentran los rayos solares. La mujer débil se agostaría; y la joven, rica de vida, se inflamaría, herviría, sentiría fiebres temibles. Su cabeza se perdería por los sorprendentes y peligrosos efectos de espejismo que llegaría á ver.

Parecía que ellas se dirigían también al Norte, siguiendo a los náufragos. El capitán comenzaba a estar inquieto. Sentía por instinto que debían de ser barcas tripuladas por peligrosos isleños.

Pues dime, Juan Ortiz: ¡no te conmueve El ver aquestos trances peligrosos! ¡O duro corazon! á quien no mueve El temor de los fines sospechosos. No vemos ser prudente el que se atreve A perder lo ganado en los dudosos Y peligrosos casos: lo mas cierto Es ir siempre á buscar seguro puerto.