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Añadió el Sr. de Cedrón que, no por sus merecimientos, sino por la confianza con que le distinguían los fundadores del Asilo de ancianos y ancianas de la Misericordia, era patrono y mayordomo mayor del mismo; y como a él se dirigían las solicitudes de ingreso, no daba un paso por la calle sin que le acometieran mendigos importunos, y se veía continuamente asediado de recomendaciones y tarjetazos pidiendo la admisión. «Podríamos creer añadió , que es nuestro país inmensa gusanera de pobres, y que debemos hacer de la nación un Asilo sin fin, donde quepamos todos, desde el primero al último.

Compiten con sus virtudes 915 Sus gracias y perfecciones. ¿Que tantas persecuciones, Visitas, solicitudes, Celos, desvelos, requiebros, Tengan por premio su olvido, 920 Hasta verme convertido, De Amadís, en Beltenebros? No he visto tales aceros. Conde, no habéis de cansaros; Que el estado de estimaros 925 Ya es principio de quereros.

Por fin, se adelanta la diligencia, se aplica la escalera a sus costados, y la vaca recibe en su seno los paquetes: en menos de un minuto está dispuesta la carga, y salen los caballos lentamente a colocarse en su puesto. Es de ver la impasibilidad del conductor a las repetidas solicitudes de los viajeros. A ver, esa maleta; que vaya donde se pueda sacar. Que no se moje ese baúl.

Yo soy en efecto, dijo doña Guiomar, y dígoos a lo de la disculpa que en el que fue vuestro enamorado encontráis, que no la merecía; que no una locura de amor le llevó a punto de ofenderme, sino un apetito desordenado y asqueroso; y no pasión tuvo por , sino empeño tenaz por el que olvidó hasta el último vislumbre de su honra; que no atreviéndose a insistir en sus solicitudes, temeroso de un nuevo y más grave castigo, tiró a vengarse, y como no tenía de qué, porque la justicia que se sufre no da ni puede dar lugar a la venganza, quiso deshonrarme propalando contra inauditas calumnias, que por fortuna mía acabaron donde empezaron.

Tiénele preocupado y melancólico el sinnúmero de matrimonios que le piden y que no puede dar, así como el mal éxito de los que concedió generosamente el año pasado. Prepárase á recibir cantidad mediana de solicitudes pidiendo novios y no pocas demandas de buenas novias. ¡Ay! él es tan bueno que está dispuesto á darlas, y las daría si las hubiera.

Todo lo cual no sólo no me ablandaba, pero me endurecía de manera como si fuera mi mortal enemigo, y que todas las obras que para reducirme a su voluntad hacía, las hiciera para el efeto contrario; no porque a me pareciese mal la gentileza de don Fernando, ni que tuviese a demasía sus solicitudes; porque me daba un no qué de contento verme tan querida y estimada de un tan principal caballero, y no me pesaba ver en sus papeles mis alabanzas: que en esto, por feas que seamos las mujeres, me parece a que siempre nos da gusto el oír que nos llaman hermosas. »Pero a todo esto se opone mi honestidad y los consejos continuos que mis padres me daban, que ya muy al descubierto sabían la voluntad de don Fernando, porque ya a él no se le daba nada de que todo el mundo la supiese.

Y las oraciones, ¿qué otra cosa son que cartas pedigüeñas, solicitudes de recomendación, entre el pecador contrito y el intermediario de Dios? ¿Se ha visto, hasta ahora, a una santa que se estime, rechazar una oración que se le presenta con toda política y humildad?

En la algazara de las solicitudes de baile, de la remoción de sillas, de los primeros acordes del interminable vals, Huberto murmuró, al fin, algunas palabras de gratitud: Usted acaba de hacerme muy feliz, mucho más feliz de lo que podría imaginarse. ¡Gracias, María Teresa! Entonces ella balbuceó, ruborosa, oprimida la garganta: Su señora madre puede ir a ver a mi padre.

Entonces empezaron los tratos y conferencias de los hermanos con los señores del cabildo, siguiendo Losa con sus solicitudes, en una de las cuales de 1593 decía pintando el estado en que habían quedado los muchachos vagabundos: «Andan perdidos por las calles y plazas, y yo, como persona que comenzó esta obra, le deseo remedio, porque veo andan los niños de siete y ocho años desamparados, rotos y aun encueros por los rincones y poyos de la ciudad, donde se quedan á dormir, que en este tiempo aun los muy bien arropados y abrigados lo pasan con dificultad y trabajo; y la semana de Pascua amaneció muerta de frío una mujer, y así las criaturas tienen mayor peligro

¡Y qué pesadas habrían sido las horas de aquella temporada, que él llamaba su condena, si no las aligerasen con su cariño y con mil solicitudes y ternezas las seis personas que él designaba con el dulcísimo nombre de la sacra familia!