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¡Pobre hija mía! ¡Ocuparte en esas cosas cuando sólo has nacido para brillar como una estrella de los salones! Ya no le faltaba más que eso para hacerse del todo antipático, ¡odioso! ¡Si las cosas pudiesen hacerse dos veces! Bruscamente, la expresión de ternura había desaparecido de sus ojos, reemplazándola otra sombría y feroz. Una arruga profunda surcó su tersa frente de estatua.

Poco a poco la figura de Nepomuceno, del odiado y odioso Nepomuceno, había ido creciendo a los ojos de la imaginación espantada de Bonis; sobre todo, las patillas cenicientas, en que el desgraciado veía el símbolo de todas las matemáticas aplicadas a la hacienda, el símbolo de los aborrecibles intereses materiales, del negocio, de la previsión y del ahorro... y la trampa si a mano viene; aquellas patillas habían subido, tocado las nubes, y en el inmenso abismo hundían los lacios hilos grises de sus puntas. ¡Rayo en ellas!

El odioso enano, su director, tampoco. Comenzaron para días venturosos. El palacio de Padul se me abría a todas horas y siempre hallaba en él grato recibimiento. Se me consideraba ya como de la familia. Gloria, que se había puesto de un humor delicioso y hasta creo que engordó en pocos días, gozaba en hacer jugarretas a todo el mundo, pero muy particularmente a .

Si Clerico pudiera tener argumentos sólidos para mostrar insuficiencia y poca solidez en los argumentos de S. Gerónimo, tuviera mas disculpa de interpretar entonces las expresiones fuertes á deseo de oprimir al contrario, haciéndole odioso; pero Clerico esto no lo ha hecho ni lo pudo hacer, ¿no es claro que son artes suyas para desautorizar al Santo Doctor todo quanto dice contra él?

Pone diez y seis lugares, ó modos con que puede uno hacer odioso á otro, y en cada uno de ellos toma por objeto á S. GERÓNIMO, queriendo mostrar que lo que este Santo Doctor escribió contra los hereges, especialmente contra Vigilancio, no tenia solidez ninguna, sino solo artificios, depravada fe, y malas artes para volver odioso á Vigilancio.

No se ha de excusar replicó. Era realmente un hombre extraño y poco me costaría confesar a usted que llegó a serme odioso... Vivía aún cuando me casé; me hizo su heredera a condición de que mi marido y yo viviríamos con él... No es posible imaginar cómo nos hizo insoportable la vida.

La culpa de todo la tenía Fernando VII, señor; un tirano que al cerrar las universidades y abrir la Escuela de Tauromaquia de Sevilla había hecho odioso este arte, poniendo en ridículo al toreo. ¡Mardito sea el tirano, dotor!

Iban hablando con arreglo á sus gustos y á los azares de su profesión. Los roturadores de tierras mencionaban el alpataco, odioso arbusto del país, que yergue sobre el suelo una cabellera vegetal de escasa altura, y en cambio avanza sus raíces hasta una distancia de treinta metros. Su madera era dura como el bronce y hacía rebotar las hachas, rompiéndolas muchas veces.

Mientras Tristán y Reynoso departían de esta suerte, el paisano Barragán, sorprendido y asustado de aquellas filosofías, miraba a uno y otro interlocutor, haciendo rodar sus ojos feroces, encarnizados, de un modo tan odioso que Elena, al tropezar con ellos, sintió un escalofrío correr por todo su cuerpo.

Un dolor inmenso lo anonadó; creía haber sufrido hasta entonces; pero esto no era nada en comparación de lo que sentía en aquel momento, torturado por la certidumbre de haberse hecho ridículo u odioso a su adorada María Teresa. Después de esta última crisis, el señor Aubry estuvo varios días en peligro. Durante algún tiempo, los médicos consideraron desesperado su estado.