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Quedábame algunas veces, sin embargo, la duda de si estas reflexiones eran legítima y directamente nacidas de la observación serena y desinteresada, o venían impuestas por la idea de mi adquirido compromiso, ineludible ya; pero la verdad es que aquellas dudas se desvanecían fácilmente, y que cada día que pasaba me era menos agradable el desairado papel de comparsa anónimo que había hecho yo en el montón decorativo de esa incesante farsa de la vida.

Desde entonces, todo París tuvo para las dos hermanas los ojos del pequeño pinche de la calle Amsterdam; todo París repitió su: ¡Cáspita! bien entendido, con las variantes y modificaciones impuestas por los usos de la sociedad. Los salones de madama Scott, se hicieron inmediatamente a la moda.

Pero estas nuevas dificultades impuestas al lenguage poético, si por una parte han disminuido el número de los que pueden hablar en verso, por otra parte han servido eficazmente á su adelanto, dándole ese resorte poderoso que hace que el pensamiento se escape con mas potencia á medida que mas se reconcentra.

Por el bienestar de ésta velarían las leyes, «sin empecer la acción y facultades conferidas a un rancio solariego de los contornos, nombrado tutor de la pequeña y asistido del derecho de retrotraer para la misma el legado de don Manuel en caso de que doña Rebeca no cumpliese las condiciones impuestas por el testador....»

8 Dando en esto a entender el Espíritu Santo, que aún no estaba descubierto camino para el Santuario, entre tanto que el primer Tabernáculo estuviese en pie. 10 sino en viandas y en bebidas, y en diversos lavamientos, y ordenanzas de la carne impuestas hasta el tiempo de la corrección.

No había cuidado de que atacasen á los barcos indefensos, como en los mares del Norte. Sus tristes hazañas de allá habían sido impuestas por las circunstancias, por el sano deseo de terminar cuanto antes la guerra dando golpes aterradores é inauditos. Te aseguro que en nuestro mar no harán nada de eso.

Se estremeció, tuvo un terror vago; acudió de repente a su memoria aquella tarde de la lectura de San Agustín en la glorieta de su huerto, en Loreto, cuando era niña, y creyó oír voces sobrenaturales que estallaban en su cerebro; ahora no tenía la cándida fe de entonces. «Era una casualidad, pura casualidad la presencia de aquel libro místico coincidiendo con los pensamientos de abandono que la entristecían, y despertando ideas de piedad, con fuerte impulso, con calor del alma, serias, profundas, no impuestas, sino como reveladas y acogidas al punto con abrazos del deseo.... Pero no importaba, fuera o no aviso del cielo, ella tomaba la lección, aprovechaba la coincidencia, entendía el sentido profundo del azar. ¿No se quejaba de que estaba sola, no había caído como desvanecida por la idea del abandono?... Pues allí estaban aquellas letras doradas: Obras de Santa Teresa.

Esto me acaba de convencer de que la felicidad no se encuentra en los mundanales placeres, y en el cumplimiento del deber, por penoso que éste sea. Cuando se ha empleado el tiempo en terminar un trabajo cualquiera, se encuentra uno contento, y dentro de las leyes de actividad impuestas por Dios mismo.

En su carácter había algo resistente á las mudanzas de forma impuestas por la época; y así como no varió nunca su manera de hablar, tampoco ciertas ideas y prácticas del oficio se modificaron.

Cuando digo necesarias, hablo únicamente del modo de entender de nuestro espíritu, y en su estado actual, prescindiendo de la inteligencia de otros espíritus y aun de la del humano, para cuando se halle sujeto á condiciones diferentes de las que le han sido impuestas en su presente union con el cuerpo.