United States or Saint Martin ? Vote for the TOP Country of the Week !


Un gran renovador de la humanidad, un poderoso artista de la historia, eso es lo que vimos ayer en Versalles; ese es Horacio Vernet. Para el pintor del Asia, la pintura era un ídolo. Para el pintor de Grecia, una Vénus, un héroe, unas bodas. Para el pintor de Esparta, un guerrero. Para el pintor feudal, un señor ó un fraile. Para el pintor del renacimiento, un rey ó un santo.

Escaleras magníficas, salones espaciosos, retretes adornados con una riqueza y una profusion que sorprenden; una sala que no tiene igual en el mundo, si se exceptúa la gran sala del palacio del Louvre: en una palabra, Versalles fué la grande galantería de uno de los reyes más galantes qué ha existido, y este palacio es la galantería maestra de Versalles.

Estamos convidados para ir á comer mañana en su jardin. No puedo más por hoy. ¡Adios, Vernet! ¡Adios, Versalles! Dia décimo octavo. Visita de un ingeniero, excursiones históricas, epigramas. Estamos quietos y tranquilos en nuestra habitacion.

Han declarado indispensable el cuarto de baño, que no conocían los reyes de hace un siglo, y las aguas corrientes; han inventado la calefacción central y el water-closet. Que no me hablen de los magníficos palacios de Versalles, donde no había un solo gabinete de necesidad, y todas las mañanas los lacayos vaciaban doscientos sillicos del rey y de los cortesanos.

No te hablo á , Versalles de otros siglos, eden donde han llorado tantos ojos: no te hablo á , gran fantasma de mármol, en que yo leo con ojos inflamados lamentos y amonestaciones de la historia. Hablo á tres hombres que crearon á Versalles, sacrificando para ello á la Francia, y que son superiores á otros hombres que sacrificaron la Francia y que no crearon á Versalles.

Luis XIV no tenia necesidad de otro monumento que Versalles, para que la fama le festejara con el epíteto de uno de los reyes más galantes que conoce la historia. En este momento sentimos que llaman á la puerta de nuestro cuarto; abro y me doy de cara con un ingeniero español, á quien vi ayer en una de las salas de Horacio Vernet.

Mientras tanto, el ingeniero francés avanzaba entre los árboles con Elena ó se detenía para mostrarle los ejemplares más corpulentos. Esto no es el parque de Versalles, bella marquesa dijo imitando los ademanes galantes de otros siglos , pero representa, á pesar de su modestia, el gran interés que tiene un hombre en serle agradable.

Hable usted con entera confianza, le dije, y á despecho suyo le cogí el sombrero que tenia en la mano, y se lo coloqué en una silla. Despues aproximé mi asiento al suyo, y le exhorté con una mirada de interés y de afecto. Es el caso, dijo animándose nuestro interlocutor, que tengo una viva curiosidad porque usted me explique lo que me dijo ayer en Versalles, sobre la pintura de Horacio Vernet.

, señor, contestó el ingeniero. Pues bien, repuse yo, ahí está Horacio Vernet; ahí están los cuadros de Versalles; ahí están aquellas preciosas batallas. Cada una de las renovaciones que ha operado en el mundo la ley cristiana, tiene sus artífices, sus personajes, sus creadores, sus artistas históricos, si así puede decirse.

Y mostraba su reloj, una joya rococó, que con sus esmaltes mitológicos hacía pensar en las fiestas pastoriles de Versalles. Tras él subía la escalera Juanito, el hijo mayor, con un enorme ramo de flores. ¡Este chico... este chico! murmuró la señora, sin conmoverse gran cosa por el cariño extremado que Juanito le demostraba en todas ocasiones.