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El vaquero de Moraña es un drama de los más interesantes, y lleno de encantadoras descripciones pastoriles. Un Conde, que reside en la corte de León, mantiene relaciones amorosas con una hermana del rey Bermudo, por cuyo motivo excita contra el odio del Rey; huye, pues, con su amada, y ambos, disfrazados de labradores, se refugian en la casa de un campesino, en el valle de Moraña.

No hay que esperar representación alguna de un mundo ideal de pastores en sus coloquios pastoriles, puesto que su título proviene de la condición de ciertos personajes, que figuran en ellos. En lo esencial no se diferencian de las comedias, aunque atendiendo al objeto de su autor, deben corresponder á un género poético más elevado.

La divertida compañía entra en la casa de la Disolución, y celebra una bacanal con música y danzas, haciendo de gracioso el Juego, en traje de arlequín. Asistimos en seguida, desde esta fiesta, descrita con verdadero ingenio, al lugar en donde un pastor apacienta sus rebaños, y á una de esas escenas pastoriles en que tanto sobresale nuestro Lope.

Estas sabias apreciaciones duraban poco, y luego volvía D. José a la monotonía de sus lamentos pastoriles. Durante varios días repitió las mismas cosas... La había visto un momento... Estaba desmejorada y triste... Riquín tampoco era feliz... En mayo añadió a tan enfadosos temas uno que era más agradable a la concupiscencia de Mariano.

La repugnancia de la zona del Sur y el desconsuelo de la del centro la llevaban a las afueras, con gran gusto de D. José, que amaba el campo y los retozos pastoriles. Julio hacía de Madrid una sartén. Riquín fue atacado de las tos ferina, y era preciso llevarle a otra parte. ¡Pobrecito Anticristo!

Instalado el perro en la casa, Salomé le puso nombre, y recordando las lucubraciones mitológicas y pastoriles de los poetas que en el tiempo de la Chinchón la obsequiaban con sus versos, le puso el nombre clásico de Batilo.

No es otra la razón de hallar en Fenimore Cooper descripciones de usos y costumbres que parecen plagiadas de la pampa; así, hallamos en los hábitos pastoriles de la América, reproducidos, hasta los trajes, el semblante grave y hospitalidad árabes. Existe, pues, un fondo de poesía que nace de los accidentes naturales del país y de las costumbres excepcionales que engendra.

Verdad es que se equivoca lastimosamente, porque su patético repugna por su hinchazón afectada, agradándonos tan sólo sus intermedios cómicos burlescos. Parécenos que es perder el tiempo exponer ahora el argumento de estos coloquios pastoriles. La composición es desigual y confusa en alto grado.

No había quien no se aturdiese bajo la oquedad de aquella puerta, donde los gañanes se complacían en hacer estallar sus alaridos, y los cencerros pastoriles resonaban como esquilones.

La rapidez de la acción, la viveza y variedad de la exposición dramática de las comedias de este poeta, merecen especial alabanza. En la imposibilidad de descender á más detalles para demostrarlo, nos contentaremos con añadir algunas indicaciones. El Príncipe viñador sobresale por sus agradables pinturas pastoriles.