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Y la muy ladina estremecía el débil cuerpecillo, señalando al mismo tiempo al ministro una pequeña marquesita colocada junto al fuego y al alcance de su mano: en ella se sentó el excelentísimo Martínez, dispuesto a dejarse tostar en su mullido asiento como san Lorenzo en las parrillas. ¡Lo siento... lo siento en el alma! dijo.

El corazón le dio un salto; él sabría por qué; y sin vacilar, apoyó los pies en la paredilla de guijarros, cubierta de musgo, que separaba el prado del arroyo, apartó las ramas, se agarró fuertemente a una más gruesa que las otras, y dando un brinco, cayó sobre el césped mullido de una muy hermosa pradera. El paisano, que encorvándose liaba un hacecillo de varas, levantó la cabeza sorprendido.

Primeramente colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia, cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encima tendió una colcha de almidonadas randas, y puso sobre ella el pequeño ataúd traído de Valencia, una monada, que admiraban todas las vecinas: un estuche blanco galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna.

Pues que imitara sus vicios». Para la Marquesa no había más que Luis XV y Regencia. Los muebles de su salón amarillo y la chimenea de su gabinete estaban copiados de una sala de Versalles, según aseguraban el tapicero y el arquitecto; pero el amor de la Marquesa a lo mullido y almohadillado había ido introduciendo grandes modificaciones en el salón Regencia.

Columpiábame en mi mullido sillón, de estos que dan vuelta sobre su eje, los cuales son especialmente de mi gusto por asemejarse en cierto modo a muchas gentes que conozco, y me hallaba en la mayor perplejidad sin saber cuál de mis numerosas apuntaciones elegiría para un artículo que me correspondía ingerir aquel día en la Revista.

La Princesa fué colocada en un mullido cuanto ostentoso rimero de almohadones y cojines, y dejándola bajo la custodia de la Sultana madre y de gran número de esclavas, el Sultán salió del que hubo de ser nupcial aposento, y era ahora teatro de escenas lastimosas, para conferenciar con los sabios y médicos de la corte sobre lo peregrino de la aventura.

Han pasado la tarde retozando sobre el mullido lugar en que descansan ahora, y por eso, aunque mal vestidos, les basta para vencer el frío que apenas sienten, soplarse las uñas de vez en cuando. De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata.

Al menos es blanda dijo sintiendo el almohadón mullido de la silla , y puesto que no podemos hacer otra cosa, y la alcoba nos cierran y á obscuras nos dejan, durmamos. La litera echó á andar en aquellos momentos. Poco después Quevedo, consecuente á su propósito y cansado y trasnochado, roncaba.

Quiere probar si la carne de alguna de aquellas manzanitas coloradas es tan dulce y sabrosa como parece, y suele encontrarse con un mojicón de cuello vuelto ó con algún empellón que le hace dar con sus huesos en el mullido césped.

Además, con las nuevas fuerzas habían venido nuevos deseos de una voluptuosidad recóndita y retorcida, enfermiza, extraviada, que procuraba satisfacerse en seres inanimados, en contactos, olores y sabores que, lejos de todo bicho viviente, podían ofrecerle, como adecuado objeto, las sábanas de batista, la cama caliente, la pluma, el aire encerrado en fuelles de seda, el suelo mullido, las rendijas de las puertas herméticamente cerradas, el heno, las manzanas y cidrones metidos entre la ropa, el alcanfor y los cien olores de que sabía ya Celestina.