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Los otros padrinos debían haberlo contado todo. ¡Qué de comentarios! Y el miedo á encontrarse con las gentes, que sin duda repetían su nombre á todas horas, le hizo permanecer recluído, esperando que le olvidasen. Alguien perdería ó ganaría en el Casino una suma importante, y esto bastaba para que los curiosos dejasen de hablar de él. Empezó á pesarle la soledad como un suplicio.

Grande gusto recebían el cura y el barbero de oír el coloquio de los tres; pero don Quijote, temeroso que Sancho se descosiese y desbuchase algún montón de maliciosas necedades, y tocase en puntos que no le estarían bien a su crédito, le llamó, y hizo a las dos que callasen y le dejasen entrar.

»Dábables por respuesta que se dejasen gobernar, y ansí dicen que en vos solo está la culpa; que os estáis encerrado siempre sin dar una vuelta al fuerte ni consultar con nadie lo que cumple, ni dar orden á nada, y sobre todo, mandáis agora de nuevo echar agua salada en las raciones que se dan á los soldados, que los destempla y quita el comer á todos, de modo que en pocos días los pondrá tales que no se hará provecho dellos.

Así que, los más días, sus padres del caballerito, viendo cuánto le regocijaba mi compañía, rogaban a los míos que me dejasen con él a comer, cenar y aun dormir los más días.

Vió cómo una masa de curiosos formaba semicírculo en torno á la fachada de cristal del edificio, completamente abierta, que le servía á él para entrar y salir. Numerosos jinetes contenían á estos curiosos para que dejasen paso franco al ilustre visitante.

D. Sancho de Leyva hizo adereszar otras casas en que recogía los enfermos que cabían, y los hacía curar y gobernar muy bien de sus dineros, visitándolos él cada día, mandando á los que los tenían encargo que no les dejasen faltar nada.

No tenían minas ni fábricas, no eran dueños de empresas industriales, no explotaban al trabajador, ¿por qué, pues, iban contra ellos? ¿No era natural que dejasen en paz á los sacerdotes y se lanzaran únicamente contra los ricos? ¿A qué mezclar la religión en las cuestiones del trabajo?...

Cada vez que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen vacíos y vueltos del revés.

Hallaron a don Vicente en los brazos de sus criados, a quien con cansada y debilitada voz rogaba que le dejasen allí morir, porque el dolor de las heridas no consentía que más adelante pasase.

No, amigo mío; no se trata de nada relacionado con vuestro comercio. ¿De qué se trata, pues? De otra cosa completamente distinta. Al señor le han cortado la nariz esta mañana. ¡Ah, demontre! ¡pobre hombre! ¿Quién ha hecho esa villanía? Un turco; pero esto es lo de menos. ¡Un salvaje! Sabía ya de referencia que los turcos eran salvajes; pero no creí que les dejasen venir a París.