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Como hombre de rancia progenie, estaba muy relacionado en toda la provincia, aunque se pasaba años y años sin salir de su aldea; y como elector de empuje, era uno de los más mimados del distrito. De aquí la intimidad que parecía haber entre él y los acompañantes de don Simón. Todos eran veteranos del mismo ejército.

Miembro de una de las más esclarecidas familias de Toscana, con él terminaba su ilustre progenie: su único sobrino, el Conde Fabricio de Portinaris, se había marchado a América hacía quince años y no se había vuelto a tener noticia de él.

Renueva el viejo grito que truena por tu historia y al patrón heróico: ¡Santiago, y abre España! Abre España a las nuevas corrientes de la vida, abre España al abrazo de sus hijos dispersos y surja del Pirene, como hostia bendecida, el sol de un culto unánime, en el que adore unida la progenie del inca de los cultos diversos.

Y si el cañon de la batalla truena, Quién el torpe que el miedo no sacude Y al grito ronco del honor no acude? Juventud de mi patria, los laureles Se conquistan peleando con bravura, Y la lira, la pluma ó los cinceles No eternizan jamás progenie impura: Los genios á los fuertes divinizan Y á los cobardes con su planta pisan.

Español su abolengo. Hijo de don Ramón, teniente coronel de Ingenieros de nuestro ejército, ya difunto, y hermano de un actual comandante de caballería. Perdió Tirso la nacionalidad de la progenie para ejercer en Manila la abogacía. Fué nombrado C. de la Española y le sorprendió la muerte cuando trataba de organizar una Academia, corresponsal de la citada, en la capital del Archipiélago.

Al cabo, entre lo más remoto de su progenie, halló ciertos Peñascales que le convinieron, pues sobre salirse este apellido de la rutina forestal de los demás, amén de ser muy sonoro, tenía sus ribetes de empingorotado. Pero no era cosa de prescindir totalmente del que había usado hasta entonces, por más de una razón que tuvo presente.

Alzarlo en coro vosotros primogénitos benditos de la progénie patria, ilustres sabios, honor y prez del nacional decoro, que recibísteis con los mismos ritos la sal de la sapiencia en vuestros labios, y en comunión los unos con los otros brote del seno del filial linaje el cántico, que en labios de vosotros sea como un legítimo homenaje a la madre común.

Y este vicio era una idea que se le había metido entre los cascos en fuerza de indagar precedentes, amontonar supuestos y analizar indicios. No creía haber descubierto el caso limpio y morondo; pero su progenie, su parentesco. Comprobado este hallazgo, no era imposible encontrar lo que buscaba y cuyo valor positivo no era otro, estaba bien seguro de ello, que el misterio en que se lo envolvían.

Moreno se echó a reír. Su persona tenía tal aire inglés, que quien le viera, tomaríale por uno de esos lores aburridos y millonarios que andan por el mundo sacudiéndose la morriña que les consume. Hasta cuando hablaba desmentía, no por afectación, sino por hábito, su progenie española, porque arrastraba un poco las erres y olvidaba algunos vocablos de los menos usuales.

De un lado la ciencia, los intereses de la humanidad, la gloria inmarcesible de la más grande conquista que haya llevado a cabo el entendimiento humano: de otro lado, la ternura instintiva de todo animal a su progenie, los respetos tradicionales, las convenciones sociales. ¡Oh, si pudiera arrancarse de una vez toda ridícula preocupación y, contemplando serenamente el pro y el contra de cada asunto, decidirse por lo más útil!