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Se llama don Simón de los Peñascales; es de arraigo, como a usted le gustan los hombres; tiene treinta mil duros de renta, y además mucho talento. ¡Ya, ya! gruñó por toda respuesta el tabernero.

¿Qué decís de esto, eh, Dowlas? dijo el tabernero, volviéndose hacia el herrador que ardía de impaciencia por tomar la palabra . Ahí tenéis un buen problema para vos. El señor Dowlas era el espíritu escéptico de la reunión, y estaba orgulloso de ese título. ¿Lo que digo?

, y ocurrió una cosa particular. ¿No es cierto? De modo que vos, señor Macey, es probable que os acordéis de ese matrimonio dijo el tabernero en tono halagador.

Sin embargo, aquí el señor capitán va á recibir un buen bocado de indemnización, si como aseguran se abre, para explotar esas minas de Carrio, una vía de hierro. D. Félix tiene ahí muchas propiedades, y no dejarán de cortarle alguna manifestó Martinán el tabernero, hombre de cuarenta á cincuenta años, espantosamente feo, de ingenio sútil, disputador eterno.

En seguida se la puso en la mano al tabernero, que se quedó mirándola, como distraído, y dándole vueltas. Repito le dijo don Celso, un tanto quemado con aquella actitud que esta carta no es un favor que queremos vender a usted.... La hemos escrito porque..., porque nos ha dado la gana; y nosotros somos así. ¡Ya, ya!... Pero.... Pero ¿qué?... Que sin sello no correrá..., me parece a .

El tabernero, prescindiendo de consultar a su hijo, organizaba corridas en las plazas de Tetuán y Vallecas, siempre «corriendo con los gastos». Estas plazas de las afueras estaban abiertas a todos los que sentían el deseo de ser corneados o pateados por un toro a la vista de unos cuantos centenares de espectadores. Pero los golpes no eran gratuitos.

¡Herido! exclamaba el padre con amargura, lamentando que no fuese cierto . Eso es para los toreros de verdá. Echale unos puntos a la taleguilla y veas de lavarla... ¡A saber cómo la habrá puesto este ladrón! Pero a los pocos días, el tabernero recobraba su confianza. Una mala tarde cualquiera la tiene.

Todo era asunto de cerrar una hora antes la taberna; pero dentro de ella jamás tendría la justicia quehacer alguno mientras estuviese él detrás del mostrador. Batiste, después de mirar furtivamente desde la puerta al tabernero, que con la ayuda de su mujer y un criado despachaba á los parroquianos, volvió á la plazoleta.

Aquí hay que hacer un esfuerzo, don Simón dijo Lépero mientras el tabernero volvía . Es preciso, aunque sea con repugnancia, beber, y beber de largo. Pero, hombre respondió don Simón asustado , ¡si yo no pruebo jamás el vino! Es que nunca ha sido usted candidato. En fin, haremos un esfuerzo exclamó éste con heroica resignación.

¡Aquí tienes a este morral! bramaba el tabernero . Ha estao hecho un maleta. ¡Y para esto me gasto yo el dinero!... Levantábase iracundo el temible garrote, y el hombre vestido de seda y oro, el que había asesinado poco antes a dos pequeñas fieras, intentaba huir, ocultando la cara tras un brazo, mientras la madre se interponía entre los dos. Pero ¿no ves que viene herido?