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Actualizado: 24 de julio de 2025


Así es que, en sus propósitos de conciliario todo, resolvióse a adoptar en adelante, para todo documento de carácter particular y privado, la firma a secas de Simón de los Peñascales; y para los que tuvieran relación con su vida pública, es decir, para nombre de guerra, el más aparatoso de Simón C. de los Peñascales.

Por eso Juanito no sólo lo decía, sino que parecía como que pensaba, yéndose a pasear solo por aquellos peñascales, y se engañaba a mismo diciéndose: «¡qué pensativo estoy!». Porque estas cosas son muy serias, ¡vaya!, y hay que revolverlas mucho en el magín.

Para servir a usted respondía el interrogado, con cara de recelo. Acto continuo le asaltaban los caciques; y después de abrazarle y sobarle mucho, Tenemos el gusto le decían de presentarte a nuestro candidato, el señor don Simón de los Peñascales, «persona independiente, con treinta mil duros de renta y mucho talento».

Un inmenso foco de una luz roja y brillante se levantó de pronto; el mar, reflejando aquella claridad deslumbrante, hizo rodar olas de fuego, la atmósfera se inflamó y las cimas de los peñascales de la Torre se tiñeron de una luz purpurada, como si un vasto incendio hubiera hecho presa en la costa.

Veinte años antes, Simón Cerojo no se hubiera fijado siquiera en estos imponentes detalles, y hubiera caminado impávido a la misma hora y por el mismo sendero, entonando unas seguidillas, a pesar de la lluvia y del frío. Pero la vida regalona y el apego a las comodidades del rico Peñascales, habían enervado los bríos y arrugado el corazón del apuesto cortejante de la arisca Juana.

Don Simón de los Peñascales, como todo diputado, y a mayor abundamiento ministerial, recibía por docenas y cada día las cartas de sus amigos y electores, y en todas ellas le pedían algo estos apreciables caballeros, desde un destino hasta un sombrero; desde una recomendación para el otro mundo, hasta la colocación de una nodriza . Porque a un diputado se le considera en su distrito capaz de los imposibles, y, por ende, se le cree, y se le hace, el mejor y más barato agente de negocios en Madrid.

Así, pues, si usted me da su permiso, vuelvo a mi tribuna a tomar algunas notas sobre la sesión de hoy. ¡Pues no faltaba más sino que yo...! Corra usted, amigo mío; y mil gracias por tantas bondades. Señor don Simón... Señor don Arturo... Hasta la vista. Hasta la primera. Marchóse el mozo, y quedóse Peñascales hecho un papanatas. Aquel encuentro le parecía providencial.

Discutieron un rato sobre la conveniencia de tornar a la posada de Santa Casilda; mas no parecía él dispuesto a complacerla en extremo tan importante, mientras no le diese ella palabra formal de aceptar su negra mano. Trató de explicar la atracción que, en el estado de su espíritu, sobre él ejercían los áridos peñascales y escombreras en que a la sazón se encontraba.

Entro, y no la hallo; la busco por toda la casa, y no parece; llamo a la doncella, y tampoco está en casa; vuelvo a su gabinete, y veo la cama sin deshacer, su ropero en desorden y vacío el cofrecillo de sus alhajas. Pero ¿de quién me estás hablando? gritó el infeliz Peñascales, dominado de pronto por una horrible sospecha.

Bajáronle entre todos del caballo, y medio suspendido en el aire le llevaron al portal. El señor dijo don Celso continuando la interrumpida presentación a don Recaredo es nuestro candidato; persona ilustradísima y de gran arraigo, y se llama don Simón de los Peñascales.

Palabra del Dia

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