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SANCHO. A me parecen años. Señor, viendo que tenías, Sea porfía en que has dado, O sea amor a mi Elvira, Fuí hâblar al rey castellano, Como supremo juez Para deshacer agravios. D. TELL. Pues ¿qué dijiste de ? SANCHO. Que habiéndome yo casado, Me quitaste mi mujer. D. TELL. ¿Tu mujer? ¡Mientes, villano! ¿Entró el cura aquella noche? SANCHO. No, señor; pero de entrambos Sabía las voluntades.

Sus brazos de atleta se elevaron por encima de las cabezas. ¿Pero quién dio la orden para reunirnos?... ¿El Madrileño? A ver: que venga: que lo busquen. Los obreros de la ciudad, el núcleo de compañeros de la idea que había salido de Jerez y tenía empeño en volver a entrar con la gente del campo, se agrupó en torno de Juanón, adivinando en él al jefe que iba a unir todas las voluntades.

Quiero tenerlo para que aprenda a ensalzarte como Te gusta ser ensalzado, que es sometiendo la maldad a la justicia, acercando la compasión al dolor; y quiero también ser padre, porque no es bueno que se seque el árbol sin dejar retoño. Mi esposa me ama tanto como yo a ella, pero nuestro lecho es estéril. ¡Señor! Dame un hijo para que te ame con dos vidas y te sirva con dos voluntades

De aquí el que fiel a su destino, Martí viviera como corresponsal de periódicos, moviéndose de acá para allá, remitiendo correspondencias a un diario denominado El Partido Liberal y después a La Nación de Buenos Aires, ganándose su subsistencia modestísimamente de este modo, a fin de girar por el mundo, aunando voluntades aquí como allí, reuniendo fondos, procurando contar con la colaboración de los que podían ponerse al frente del movimiento, y no desmayando nunca ante ningún desastre, ni ante ningún desengaño. ¿Para qué dar detalles?

Bien es verdad que el Anselmo era algo más inclinado a los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras los de la caza; pero, cuando se ofrecía, dejaba Anselmo de acudir a sus gustos por seguir los de Lotario, y Lotario dejaba los suyos por acudir a los de Anselmo; y, desta manera, andaban tan a una sus voluntades, que no había concertado reloj que así lo anduviese. »Andaba Anselmo perdido de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres y tan buena ella por , que se determinó, con el parecer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacía, de pedilla por esposa a sus padres, y así lo puso en ejecución; y el que llevó la embajada fue Lotario, y el que concluyó el negocio tan a gusto de su amigo, que en breve tiempo se vio puesto en la posesión que deseaba, y Camila tan contenta de haber alcanzado a Anselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo, y a Lotario, por cuyo medio tanto bien le había venido.

Su hablar dulzón, su aire humilde, su afabilidad exquisita, le abrían todas las puertas y le ganaban todas las voluntades. De lo que se decía de él, burlábase desdeñoso: don Raimundo trabajaba en la sombra y sus secretos guardábanlos sus cómplices y sus víctimas, empeñados todos en callar, por conveniencia o por vergüenza.

Concurría á esto la buena gracia con que se ganaba las voluntades, no con inspirar trivial afecto á todo el mundo, sino inspirándole muy vivo á los pocos que él quería, los cuales valían siempre por muchos para defenderle y encomiarle.

Con notable injusticia se acusa á la Compañía de que aniquila las voluntades y nivela y pone trabas á los entendimientos con los firmes y duros lazos de su obediencia ciega. No puede haber acusación menos razonable. Jamás se ha formado una sociedad con el intento de producir genios.

Sin embargo, al cabo de algunos años debió renunciar á toda esperanza, porque su odio se hizo más concentrado y más mortal. Las calumnias esparcidas por ella contra su primo habían acabado por disiparse; porque la buena vida y las acciones claras son la mejor prueba de honradez que puede dar un hombre. Roussel consiguió dominar la dura corriente de malas voluntades desencadenada contra él.

Conducir a los hombres, dirigir sus destinos, llevarlos a la grandeza por caminos que no se les indica, preparar los acontecimientos, dominar a los hechos, forzar a la fortuna a obedecer, he ahí el objetivo que es preciso tener y que sólo alcanzan las voluntades fuertes y las inteligencias elevadas