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¡Impertinencia, tienes nombre de mujer! exclamó el estudiante, a un tiempo riendo y mascando ¡Descontentadiza, exigente! ¿A qué vienen esos melindres?

Pero, por parecerme que alguno no puede perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero atribuirme a la culpa de tu impertinencia, pues, sin duda, algún descuido mío ha sustentado tanto tiempo tu cuidado; y así, quiero castigarme y darme la pena que tu culpa merece.

El fragor de ésta zumbaba en mis oídos como el rumor del mar, a quien generalmente no se hace caso desde tierra. ¿Es tal vuestra impertinencia que queréis obligarme a contaros lo que allí pasaba? Pues oíd.

Con esta salvedad de su madre se puso Lita muy colorada, y quiso enmendar lo que pudo haberme parecido impertinencia suya; y yo, sin dejarla concluir, la allané el camino de sus deseos ofreciéndola por añadidura una declaración, no desprovista de sinceridad, de mis grandes desencantos.

D. Carlos con semejante impertinencia dijo Doña Paz reapareciendo en una alameda de lienzo. Lo digo y lo repito.... Además, los compañeros, ayudantes o lo que sean del Sr.

Todo lo de la Iglesia quedaba justificado claramente en sus páginas, con esa fuerza de razonamiento que sólo poseen los Padres de la Compañía. El que aún estaba en el error era porque no conocía el libro. Usted debía leerlo, doctor dijo con impertinencia el abogado de Deusto. Aresti conocía la obra.

Gonzalo dejó hablar al Marqués, que fué prolijo hasta la impertinencia, sin pestañear, afectando una tranquilidad que no sentía. Está bien dijo cuando terminó. Acepto, desde luego, el desafío. Estoy pronto a realizarlo como y cuando ustedes gusten... Un poco original es añadió, al cabo, con risita nerviosa, que disfrazaba mal la cólera que le dominaba.

Aquel que canta en esotra jaula es un músico sinsonte, que remeda los demás pájaros, y vuelve de cada pasaje como de un parasismo. Está preso en esta cárcel de los delictos del juicio, porque siempre cantaba, y cuando le rogaban que cantase, dejaba de cantar. Impertinencia es ésa casi de todos los desta profesión.

Desde el momento en que supo que estaba allí se presentó por mismo a ella, con una impertinencia cuyo espectáculo hubiera regocijado a todas las mujeres honradas de París. Nada hay que plazca más profundamente a las mujeres virtuosas que ver tratar desvergonzadamente a las que no lo son.

Sin embargo, yo quería al pobre cura; le quería mucho, y sabía que a pesar de mis absurdos razonamientos, los que a veces llegaban hasta la impertinencia, me profesaba el mayor cariño.