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No veían más que humo y rocas: ninguna voz humana, ninguna sombra: diríase que luchaban contra la montaña. ¡Vamos, Carolino! ¡Dónde está esa puntería, p ! gritó el cabo. En aquel momento un hombre apareció sobre una roca haciendo gestos con el fusil. ¡Fuego á ése! gritó el cabo lanzando una sucia blasfemia.

Estremeciéronse los jueces de tan horrenda blasfemia; poco faltó para que rasgaran sus vestiduras al oir palabras tan impías, y las hubieran rasgado sin duda, si hubiera tenido Zadig con que pagarlas; mas se moderáron en la violencia de su dolor, y se ciñéron á condenar al reo á ser quemado vivo. Desesperado Setoc usó todo su crédito para librar á su amigo, pero en breve le impusiéron silencio.

Las dos últimas palabras de Quevedo fueron sombrías. Después de pronunciarlas, inclinó la cabeza sobre el pecho, é instantáneamente la levantó, dejando ver en sus enormes y poderosos ojos negros una expresión de soberbia y de blasfemia tales que aterraron á doña Catalina. ¡Oh! ¡qué soy yo para ti! dijo la joven comprendiendo la mirada de Quevedo. ... ¿qué puedes ser , Catalina?

Ni estás amarrado á con una cadena, ni yo á ti tampoco... Así, el día que se me ponga en el moño, con ese ó con otro, con el que me la gana, me voy y te dejo plantado. ¿Lo quieres más claro? Y sin aguardar contestación se dirigió á la puerta para subir á acostarse. Una blasfemia de Velázquez la hizo volverse. ¡Ah!... ¡Ya se concluyó mi paciencia!

No era, acaso, el arrepentimiento lo que se había despertado en su alma, sino una turbación precursora; y la miserable pecadora no habría comparecido con la blasfemia en los labios y la ira en el corazón ante el Juez infalible en quien Elena tiene fe.

Porque usted no conoce a Susana, tía; es un ángel, y allí donde ella pone la planta, hay que poner los labios... Y todo lo he perdido, ¿ve usted? ¡Ay, tiíta Silda, me considero tan desgraciado, que si no fuera una blasfemia, diría que odio a mi padre, por haberme traído al mundo, sin que yo se lo pidiera!... Si aquí no había de hallar más que penas y miserias, ¿a qué me han dado la vida?

Si te burlas, no me aflijas más." "¿Cómo burlas? ¡Pesia tal! Yo no puedo dejar de dar parte a la Inquisición, porque si no, estaré descomulgado." "¿Inquisición? dijo ella; y empezó a temblar . Pues ¿yo he hecho algo contra la fe?" "Eso es lo peor decía yo ; no os burléis con los inquisidores; decid que fuistes una boba y que os desdecís, y no neguéis la blasfemia y desacato."

A Dechard le cayó la mesa encima, pero al incorporarme yo, la echó a un lado y volvió a hacerme fuego. Levanté mi revólver y disparé casi sin apuntar. una blasfemia y apreté a correr como un gamo, sin dejar de reírme. Alguien corría también detrás de , y tendiendo el brazo en su dirección solté otro balazo al azar. Los pasos cesaron.

No llevemos la conversación por ese camino, Sr. D. Fadrique. Si á V. le parece blasfemia lo que yo creo, impiedad y blasfemia me parece á cuanto V. dice y piensa. ¿Á qué, pues, hablar conmigo de Dios? Deje V. á Dios tranquilo, si por dicha cree en

Esta señora dijo una frase que se quedó grabada en la mente de cuantos la oímos, grito absurdo y dolorido del egoísmo contra la maternidad, y que si no fuera una paradoja, sería blasfemia contra la Naturaleza y la especie humana.