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Actualizado: 29 de junio de 2025


Pero ésta tenía cerca su escoba, y los obligó con una rápida contraofensiva á refugiarse en la huerta, donde se subieron á los árboles. El viejo segador rió un poco, añadiendo después: El pobre Adán no sabía qué hacer. «¡Van á comerse todos mis higos y mis melocotones!», gritó levantando los brazos. Para él hubiera sido mejor un ciclón en su huerto que la entrada de la alegre soldadesca.

A muchos imponía miedo el tal Naturalismo, creyéndolo portador de todas las fealdades sociales y humanas; en su mano veían un gran plumero con el cual se proponía limpiar el techo de ideales, que a los ojos de él eran como telarañas, y una escoba, con la cual había de barrer del suelo las virtudes, los sentimientos puros y el lenguaje decente.

Pero él se guardaba bien de descubrirse... si no, ¡adiós platitos de arroz con leche! la escoba de Pampa y el vigilante... El sol entraba en el comedor, tan alegre, que parecía de primavera; a su grato calorcito, el morrongo de la casa, espatarrado, exponía su vientre de terciopelo. Afuera, cantaba Catalina la genovesa un aire de su país, con acompañamiento de platos y cacerolas.

Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber.

Este cuadro tenía un fondo opaco y pardusco que advertía claramente de que la escoba no había penetrado jamás en aquel recinto. El polvo envolvía en su manto protector los muebles, los libros y los frascos de la habitación, y la tapizaba tan perfectamente que los pies no echaban menos la mullida alfombra.

¡...ajo! so tuno, ¿qué modo de barrer es ése? ¿Te parece ¡...ajo! que yo te pago para que me dejes la mitad de la porquería entre las piedras? ¡...ajo! ¿Es esto gratitud? ¡...ajo! ¿Es esto vergüenza? ¡...ajo! A veces él mismo en el entusiasmo del discurso empuñaba la escoba y se ponía a dar al barrendero una lección de su oficio.

Salió luego al corredor, y habiendo notado que la escalera no estaba barrida aún, llamó a la portera. «¿Pero usted en qué está pensando? ¿No le han dicho que hoy viene el Señor a esta casa? ¡Y está ese portal que da asco mirarlo! Coja usted la escoba mujer. Si no, la cogeré yo. Qué, ¿se cree usted que no lo hago como lo digo?».

Al frente marchaba un mascarón enarbolando una escoba, con la cara hollinada y vestido con arpilleras y lazos de papel. ¡No me conoces!... ¡No me conoces! Y como saludo le echó un escobazo a la cara, huyendo después con paso vacilante, dando chillidos, seguido de la chusma infantil, que vociferaba aclamando sus gracias.

Entre estos objetos, rodando todos en tropel, fue nuestra pluma empujada por la escoba hasta parar á un gran cesto, de donde la arrojaron á un corral mil veces más inmundo que aquel de donde había salido.

La plática, iniciada con una frase lisonjera en elogio de su diligencia, se iba enredando poco a poco, sin saber cómo, y más de una vez la tía Pepilla vino a interrumpir nuestra charla. ¡Dulces instantes aquellos! Angelina, de pie cerca del pretil, envuelta en el rebozo, caídos los brazos con placentera indolencia, entre las manos la escoba perezosa.

Palabra del Dia

rigoleto

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