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La divina canción. La muchachita de Jerusalén. Siona entre los bárbaros. Mujercitas. La señora Jardincito. Túnez la Blanca. La famosa comedianta. Trenes de lujo. La Carrera. El cetro. El carro del Estado. Allá lejos. Al revés. En rada. En familia. Las hermanas Vatard. Apuntes parisienses. El demonio de la vida. Humos en el campo. Las sanguijuelas. El viejo calavera. Afrodita.

El noble mancebo entra en el servicio de las armas para buscar fortuna, bajo las banderas de Carlos V; toma parte en la expedición á Túnez y en las guerras de Italia, y aunque hace prodigios de valor, son mal recompensadas sus hazañas, y la tristeza que le produce esta injusticia, se aumenta todavía por la circunstancia de no recibir noticia ni carta alguna de su amada.

¡Cosas de la fortuna! contestó el otro. Jaime amaba al comendador porque había representado en el seno de la noble familia el desorden, la libertad, el desprecio de las preocupaciones... ¡Lo que a él le importaban las diferencias de raza y religión cuando sentía el deseo de una mujer!... Había vivido en la madurez de su existencia retirado en Túnez, con sus buenos amigos los ricos corsarios, que en fuerza de odiarle y perseguirle acabaron por ser sus camaradas.

«Así desde las Indias á Valaquia Corra tu nombre y fama, Que ya por nuestra patria se derrama Desde que viste la morisca puerta De Túnez y Biserta. Armado y niño en forma de Cupido, Con el marqués famoso Del mejor apellido, Como su padre, por la mar dichoso, No siempre has de atender á Marte airado Desde tu tierna edad ejercitadoVanderhamen, Historia de D. Juan de Austria, lib.

Compróme un mercader que me llevó á Tunez, donde me vendió á otro mercader, el qual me revendió en Tripoli; de Tripoli me revendiéron en Alexandría; de Alexandría en Esmyrna, y de Esmyrna en Constantinopla: al cabo vine á parar á manos de un agá de genízaros, que en breve tuvo órden de ir á defender á Azof contra los Rusos que la tenian sitiada.

Mientras tanto, y después de esforzada resistencia, se perdieron Túnez y la Goleta, y se desvanecieron de este modo las esperanzas de D. Juan.

El rey de Túnez hace un desembarco en Sicilia para complacer á su amada, que desea un esclavo siciliano. Leónido vence á los moros que le atacan, pero se aviene con ellos, y al fin resuelve acompañarlos á Túnez, en donde reniega de la religión cristiana para poner el colmo á sus crímenes.

El telégrafo lo mantuvo en contacto con las instrucciones llegadas de tierra. Gibraltar le aconsejó que navegase pegado á la costa de África; Malta y Bizerta le indicaron que podía seguir adelante, por estar el paso entre Túnez y Sicilia limpio de enemigos. Del lejano Egipto vinieron á su alcance avisos tranquilizadores mientras navegaba entre las islas griegas con la proa hacia Salónica.

El cerco de Túnez y ganada de la goleta por el emperador Carlos V, del licenciado Sánchez, natural de Piedrahita. La isla Bárbara, de Lope de Vega. El renegado Zanaga, del licenciado Bernardino Rodríguez, vicario de Santibáñez, diócesis del obispado de Coria. Segunda parte de El corsario Barbarroja y huérfano desterrado, del licenciado Juan Sánchez, natural de Piedrahita.

Reíanse los caballeros oyendo a Leopoldina, y ella les tiraba de los botones del chaleco, llamándoles indecentes. ¡Ah, si tuviera ella pantalones!... Y casi, casi, estaba por ponérselos como Miss Walker, la médica del Serrallo de Túnez, que paseaba en aquellos días los boulevards con calzones zuavos y chambergo.