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Y como si la obscuridad y tristeza de la tierra y del firmamento solo hubieran sido el reflejo de lo que pasaba en el corazón de estos dos mortales, se desvanecieron también con su dolor.

Pensó por última vez en su madre, amante de su prestigio y temerosa de las murmuraciones de los enemigos; en aquellos demagogos que por la mañana se asomaban a la puerta de los cafés burlándose de la manifestación; pero todos sus escrúpulos se desvanecieron al ver la cerca de altas adelfas y punzantes espinos, las dos pilastras azules en que se apoyaba la puerta de verdes barrotes, y empujando esta entró en el huerto.

¡Oh no; no es eso!... Lloro, Miguel, sobre nuestro amor... lloro sobre la última ilusión perdida... Siento haberte conocido... Siento haber dejado despertar mi corazón ya dormido, y forjarme, por algunos instantes, ciertas quimeras deliciosas que se desvanecieron como el humo... ¡Por qué he de ocultártelo!

Recobró parte de sus fuerzas, algo del buen humor, y las presunciones de próxima muerte se desvanecieron en su espíritu. Mas no por esto desistió de llevar adelante un plan que había llegado a ser casi una manía, absorbiendo todos sus pensamientos.

Procuré disuadirla, riendo, de su fundada sospecha, y loé de corazón su franqueza. ¿Cómo pude hallar censurable aquella naturaleza espontánea, sincera, rebosante de pasión y de alegría? Pero las nieblas de la duda no se desvanecieron por completo en mi espíritu, harto suspicaz.

Presto se desvanecieron estos temores, porque á pocas leguas no hallaron ya estas puntas y las tempestades del cielo no pasaban muy adelante, antes apenas hallaban agua para beber; y habiendo con gran trabajo subido una montaña muy agria, no tuvieron en dos días con qué apagar la sed, sino con la humedad del barro, que exprimido, más parecía comida que bebida.

El Tasso y Lucano desvanecieron todas las dudas, decretando Apolo: «Que el dios Mercurio se encaminase á España y tomase juramento á todos los poetas mencionados, y á cuantos se propusieran escribir comedias, de imitar siempre el estilo y observar las reglas del grande, ilustre é incomparable Lope de Vega, y de censurar á todos aquéllos que, por emplear el estilo culto, se aparten del modelo trazado por tan inspirado vate; además, que se inculque á todos los fautores la necesidad de no admitir ninguna obra dramática que no provenga de poetas que hayan recibido su título de doctor en nombre de Lope, y que la violación de esta orden sea castigada, la primera vez, con silbidos y murmullos; la segunda, con manzanas, nabos y otras menudencias, y la tercera, con piedras y mezcla

Yo tenía bajo mi insignia como unos mil navíos, mayores todos que el Trinidad, y se movían a mi antojo con tanta precisión como los juguetes con que mis amigos y yo nos divertíamos en los charcos de la Caleta. Mas al fin, todas estas glorias se desvanecieron; lo cual, siendo como eran puramente soñadas, nada tiene de extraño, cuando vemos que también las reales se desvanecen.

Temía la primera entrevista, y no le faltaba razón. Doña Paula le recibió con marcada frialdad, y hasta en los criados halló una sombra de hostilidad que le hirió. Por otra parte, la idea de encontrarse con Cecilia le hacía temblar. Mas cuando se presentó Venturita en la sala, todos los temores y tristezas se desvanecieron.

Creía inocentemente que al terminar el pleito cambiaría su suerte, que Clementina, no necesitando ya al ministro, volvería de nuevo a ser enteramente suya, sin aquel odioso reparto que le entristecía aún más que le avergonzaba. Sus esperanzas se desvanecieron como el humo.