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Antagonismo de héroes, combates de cortesía, como habría dicho un heraldo de armas del siglo XV. Los colombianos tenían por jefe a Bolívar, los argentinos a San Martín, y todos comprendían que esas dos glorias no cabían en el continente.

Cuando sus jefes necesitaban un hombre de confianza, decían invariablemente: «Que llamen al sargento DesnoyersLo afirmó como si lo hubiese presenciado, como acabase de llegar de la guerra; y doña Luisa temblaba, derramando lágrimas de alegría y de miedo al pensar en las glorias y peligros de su hijo. Aquel Argensola tenía el don de conmoverla, por la vehemencia con que relataba las cosas.

Mesía con un mohín le suplicó que esperase.... Y hablando en tono confidencial, comentando los sucesos del día, las bromas, los juegos, estuvieron a la luz de la luna cerca de una hora todavía; Ana y su marido dentro, Paco, Joaquín y Álvaro en la galería.... Don Víctor estaba en sus glorias.

Y es seguro que si estas mezclas de gentes, distintas y hasta contrarias, no hubieran llegado nunca á amalgamarse, adoptando las mismas leyes, sometiéndose al mismo gobierno, haciéndose solidarias de los triunfos y de los reveses, de las pérdidas y de las ganancias, y de las glorias y de las vergüenzas comunes, jamás hubiera llegado á haber lo que se llama una nación.

García refunfuñaba: ¡La bahía!... A nunca se me ha alcanzado con qué derecho puede tener bahía un pueblo como el de Vigo... Yo había leído este diálogo, que acabo de traducir casi literalmente, en La Biblia en España, de Jorge Borrow, que así se llamaba aquel inglés estrafalario, hoy una de las glorias más puras con que cuenta la literatura inglesa.

La blancura amarillenta de los muros sólo era visible, como las líneas de un enrejado, entre las filas de lienzos, muchos de ellos sin marco. Eran centenares de cuadros, todos malos e interesantes a la vez; pinturas encargadas para perpetuar las glorias de la familia, hechas por antiguos artistas italianos y españoles de paso en Mallorca. Un encanto tradicional parecía emanar de estos lienzos.

«Los Andes le vieron alzarse á su cumbre, Y allí derramando magnética lumbre De América el mundo con ella alumbró; Le vieron soberbio venciendo á los Reyes, Llevando el programa de glorias y leyes Grabado en el sable que grillos trozó.

Al sentirse fatigado de aventuras y glorias, desceñíase la tizona, abandonaba el corselete y se cubría con el hábito de fraile. Otras veces, en plena juventud, bastaba un revés de fortuna, un desengaño de amor, para que el capitán fastuoso y cruel se convirtiese en ermitaño del desierto, alimentándose de raíces frente a una calavera y una cruz de palo.

Todas las grandes glorias están reunidas en congreso para manifestar la unidad del espíritu humano en sus infinitas manifestaciones, y poner en evidencia el cosmopolitismo histórico de la civilizacion y el contraste perdurable entre el poder y la libertad, la inteligencia y la fuerza.

De todos aquellos brindis el más original e interesante fue el del padre de la novia, D. Cristóbal Mateo. ¿No había de ser original oír a este sañudo enemigo de la fuerza armada cantar sus glorias y declararse partidario frenético del aumento del contingente y del sueldo a los oficiales?