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Reíanse de todo corazón los muchachos y el buen Arcipreste quedaba en sus glorias, logrando con los pies triunfos que ya su pluma no alcanzaba en los tiempos de prosa a que habíamos llegado.

En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida.

A lo que él respondió, con aire picaresco: ¡Jem! ¡Jem! No lo . Pudiera ocurrir. Después contempláronse riendo, y las niñitas vestidas de azul, de verlos reír, reían, y en su rincón reíanse también a su manera, los canarios. Dicho sea entre nosotros, creo que el olor de las cerezas las había embriagado a todos una miajita. Cuando salimos el abuelo y yo, caía la tarde.

Pronto se acostumbró la madre de Amparo a su nueva vecindad: tenía la cama próxima a la ventana, y nadie pasaba por allí sin detenerse a conversar un rato.... Las pescaderas le referían sus lances, y la tullida compraba desde su lecho sardinas, pedía agua, oía chismes sin número, forjándose en cierto modo la ilusión de que tomaba el aire libre.... Por lo que hace a Amparo, fue presto la reina del barrio: reíanse los marineros, abierta la boca de oreja a oreja, dilatando sus anchos semblantes de tritones, cuando la veían pasar; los carabineros del Resguardo le echaban flores.... Casi todos manifestaron sentimiento al saber que «andaba» con un oficial, un señorito de allá del barrio de Abajo.

Dando trompicones, entró Ido en una de las alcobas, y apoyando la rodilla en el camastro que allí había empezó a dar golpes con el palillo, pronunciando torpemente estas palabras: «Adúlteros, expiad vuestro crimen». Los que desde el corredor le oían, reíanse a todo trapo, y Nicanora arengaba al público diciendo: «pronto se le pasará; cuanto más fuerte, menos le dura».

Reíanse los caballeros oyendo a Leopoldina, y ella les tiraba de los botones del chaleco, llamándoles indecentes. ¡Ah, si tuviera ella pantalones!... Y casi, casi, estaba por ponérselos como Miss Walker, la médica del Serrallo de Túnez, que paseaba en aquellos días los boulevards con calzones zuavos y chambergo.

Reíanse todavía de la aventura los cuatro amigos cuando alcanzaron á su capitán y poco después llegaron todos al castillo de Rochefort, cuyas puertas se les abrieron de par en par apenas oyeron los que las guardaban el nombre de Bertrán Duguesclín. VISIÓN PROF