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Lo había adquirido en los almacenes del Louvre, entusiasmada por su baratura y hermosa encuadernación. ¡Adorable Teri! ¡Siempre mujer! Ella, a la que concedía Fernando más talento que a muchas hembras literarias, compraba sus libros en las tiendas de modas entre una pieza de encajes y una docena de guantes. Era una traducción francesa de las tragedias de Esquilo.

La Pepa le vendía a los isleños los cueros de las nutrias y las plumas de los mirasoles que cazara. La Pepa le compraba las provisiones. La Pepa le hacía la comida... ¿Qué haría él ahora sin la Pepa? Ocurriósele que la gallega podría no estar muerta, y sólo desmayada, como que no se la había aún cubierto la tierra. Por eso fue a sacarla de la fosa y la tendió en el rancho.

Sólo podía dormir bien cuando se imaginaba haber realizado en el día un buen negocio. Compraba en las subastas miles de botellas procedentes de quiebras. Y él, que apenas bebía, abarrotaba sus cuevas, recomendando á la familia que emplease el champañ como vino ordinario. La ruina de un peletero le hizo adquirir catorce mil francos de pieles que representaban un valor de noventa mil.

No sólo con sus amigos, sino también con sus conocimientos eventuales, con los comerciantes a quienes compraba algo, con los acomodadores de los teatros, con el camarero que le servía en el café, en todas partes dejaba escapar el flujo de sus dudas crueles, esperando siempre que alguno le pusiese en camino de descifrar el terrible misterio.

Si el otro compraba una jaca española cruzada, ya estaba Ramoncito vendiendo la suya inglesa para adquirir otra parecida; si le daba por saludar militarmente llevándose la mano abierta a la sien, a los pocos días Ramoncito saludaba a todo el mundo como un recluta; si tomaba una chula por querida, no tardaba mucho nuestro joven en pasear por los barrios bajos en busca de otra.

Para convencernos una vez mas de que lo risible se halla comunmente muy cerca de lo sublime, el pequeño hotel de Montanvers, á donde volvímos poco despues, nos llamó la atencion con sus curiosidades. La sala principal contenia un verdadero museo artístico y alpestre, donde cada viajero compraba algunas graciosas fruslerías.

Y empezó un regatear febril, una disputa de contratación que retrasaba las ventas. Pero ¿qué se vendía y qué se compraba allí? Los matacandiles que en las tardes de primavera dan materia a un animado comercio infantil, ¿se cambiaban por dinero? No, porque la escasez de numerario lo vedaba.

Pero sus compatriotas de usted son los que cometen mayores extravagancias. Uno que encontré una vez quería ser enterrado en Etretat porque allí el aire es más puro, porque se ve el mar y porque nunca ha habido cólera. Me contaron de otro que compraba terrenos en todas las ciudades por donde pasaba.

De vez en cuando se lavaba un poco la cara, compraba agua de olor, y rociándose las flaquezas, pedía prestada una camisa, una falda, un pañuelo, y se ponía de puerta en la casa del Comadreja, calle de Mediodía Chica. Pero no tenía constancia para nada, y ningún acomodo le duró más de dos días.

Todos los troncos de caballos y mulas, así como los corceles de silla del millonario, habían salido de las grandes cuadras que tenía adosadas a la bodega; y con ellos, los brillantes arreos y los vehículos de todas clases que compraba en España o encargaba a Inglaterra, con su prodigalidad de rico, imposibilitado de poder demostrar de otro modo su opulencia.