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Cogió un chambergo que estaba sobre una silla, un cachiporro del rincón inmediato, y me dijo, mientras yo me sacudía las perneras del pantalón después de enderezarme: Cuando usted guste.

Bien merece el prestigio de casacas de seda, con una espada al cinto y un chambergo en la frente. Así podría abrir camino a cintarazos al paso de su potro que corre como el viento mientras, acongojada, desmáyase en sus brazos una dama arrancada al dolor de un convento. Y en el seno tranquilo de la noche sombría, con el ojo avizor, su fuga seguiría hasta que el nuevo sol derramase su brillo.

¡Alto! dijo el marino retrepándose en el asiento y llevando sus manos al chambergo de mosquetero caído sobre su cogote . ¡Alto, galán!... Me mezclo porque soy de la familia. Creo que se trata de mi sobrina; a lo menos así me parece. Y si quiero casarme con ella, ¿qué?... Tal vez a Catalina le parezca bien; tal vez su padre se muestre conforme.

Andando ya hacia la iglesia, vimos aparecer de pronto, sobre la jiba del pedregal, un hombre alto y fornido, de hermosa cabeza, envuelto entre un chambergo de anchas alas y una barba gris; venía a cuerpo con un chaquetón pardo, y los pantalones, del mismo color, arremangados sobre unos borceguíes de recia suela y muy embarrados.

¡Así se empieza!... respondió Baldomero, riéndose, y agregó: ¿Pero ya llegamos y sabe que el mate me anda retozando entre las tripas?... En la puerta del hotel esperaba Garona, cuya silueta se proyectaba en la acera a favor del farol colgado en el zaguán, como la de una bordalesa que tuviese encima una fuente enorme; de tal modo eran anchas las alas de su chambergo criollo.

Este se quitó el chambergo, miró al cielo estrellado y diáfano y después de un breve instante de silencio exclamó bajando la cabeza: , creo, don Lorenzo... ¿y usted no?... Yo no he pensado en eso todavía; pero puede ser que con el tiempo...

Vea, Garona, tiene que preparar una buena comidita para don Melchor y esos mozos, ¿sabe? decía Baldomero al dueño de casa, casa que aventajaba sin duda a la más surtida y completa de las de la misma capital, pues era hotel, tienda, ferretería, almacén, bar y... ¡botica! todo junto, bajo la conspicua dirección de su dueño, Saverio Garona, italiano gordo y bonachón que usaba alpargatas y chambergo.

El Primo, con su gran chambergo y su traje de rizo negro, hojeando un infolio: Morra, más que sentado, caído en el suelo de golpe, mostrando sus calzas verdes y su tabardo rojo; el bobo de Coria, con su severo traje negro como persona grave; el niño de Vallecas, casi todo de verde y con una media desgarrada; don Antonio el inglés, con coleto de brocado y sombrero de plumas, y don Juan de Austria, con arreos militares, forman una compañía abigarrada y extraña, a la cual se pasa revista bromeando y riendo, como ellos vivían, pero que deja en el pensamiento una impresión más honda que muchos espectáculos serios.

Era el gaucho alto, nervioso, de cejas espesas, cutis cetrino y nariz aguileña. Poblábanle el rostro largas e hirsutas barbas; bajo el rústico chambergo caíale una melena grasienta y enmarañada. Llevaba una carabina en la mano y un enorme facón en la cintura... ¡Ya verán quién es el Chucro! dijo a Peñálvez y lo obligó a que le siguiera dándole culatazos con la carabina.

Lleva media armadura empavonada con labores de oro, y sobre la coraza banda carmesí, de seda, hecha un airoso lazo, cuyas puntas le flotan a la espalda; gregüescos obscuros, botas y guantes de estezado fino, chambergo de plumas pardas y blancas y golilla de canalones estrechos; todo ello pintado con tal primor que, aunque el artista dudara y corrigiese mucho, por tratarse de obra de tanta dificultad, parece la ejecución lograda con increíble facilidad y soltura.