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Admitían su rostro gracioso y picaresco, con la nariz algo respingada, la boca de un rojo sangriento, los dientes muy blancos y puntiagudos, y unos ojos enormes, aunque demasiado redondos. Pero aparte de su carita... ¡nada de mujer! «Es igualmente lisa por delante y por el revés decían . Parece un muchacho

Las damas le miraban atónitas y él sonreía picaresco; levantó al fin la tapa con mucho misterio, y entre perfumados papeles de seda apareció la babucha. Mientras tanto, Jacobo, sin salir de su aposento del Gran Hôtel, daba vueltas a su proyecto.

En el sombrero de copa, yo he visto escrito en el forro blanco, con lápiz: Redón. Yo no quién es Redón. Tiene una barba larga y blanca; lleva en el dedo índice de la mano izquierda un anillo con un sello de oro; sus ojos son pequeñuelos y azules; cuando sonríe se le marcan sobre las sienes unos hacecillos de arrugas que le dan un aire picaresco.

Cuando concluyó hizo restallar la tralla con un mohín escéptico que afilió a su opinión a todos los viajeros. La discusión estaba terminada, pero, disparado ya el tahonero, necesitaba desahogarse con alguien, y dirigiéndose al infeliz del gorro, silencioso y triste en un rincón, preguntole con aire picaresco. Amolador, ¿y tu mujer? ¿Por qué parroquia está?

Una linda morena de rostro picaresco ocupaba el columpio y unos cuantos jóvenes lo impulsaban á porfía sin cesar de cambiarse entre ellos y ella con gracioso tiroteo un sin fin de donaires, de bromas picantes, de frases, insustanciales muchas veces, pero alegres siempre y con un delicado sabor de galantería que sólo se halla en esta poética región del mundo.

Un verdadero «Papa de Ivetot», pero de un Ivetot de Provenza, con algo de picaresco en la risa, un tallo de mejorana en la birreta, y sin el más insignificante trapicheo... La única Juanota que siempre se le conoció a este santo padre era su viña, una viñita plantada por él mismo a tres leguas de Aviñón, entre los mirtos de Château-Neuf.

Sin embargo, aplicando el oído, se observaba pronto que los gestos de las niñas, aquel levantar de ojos, aquel agitar la cabeza, aquel mirar picaresco, aquel romper en sonoras carcajadas, no correspondían exactamente a las palabras que se pronunciaban. Decía un pollo verbigracia: Manolita; ayer la he visto a usted en San José confesando con el padre Ortega. La interesada reía con gozo extremado.

Sintió celos de Fermín Montenegro, que acababa de llegar de Londres, y reanudando su intimidad infantil con Lola, la visitaba con frecuencia, atraído por su picaresco lenguaje. Las escenas domésticas acababan a golpes.

Un año, día por día, servimos á los lectores la paciente labor de Chaves, que era, burla burlando, un pedazo de historia, fragmentaria, anecdótica, concentrada, en que había de todo: desde lo trágico á lo exquisito; desde lo terrible á lo picaresco.

D.ª Rafaela lo advirtió bien, y adoptando un semblante enteramente picaresco, le dijo bajando aún más la voz: Ya , ya , querida, que usted y él... ¡vamos!... Apriete, hijita, apriete, y que no se escape, que bien merece la pena... Al que no puedo ver ni en pintura es a aquel otro que se come los periódicos, aquel de las barbas y las gafas... ¡Ah, , Moreno!...