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- digno -respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos; y prosiguió-: No se dirá por , señor mío: el pan comido y la compañía deshecha; , que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y más, que tengo conocido y calado por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, el deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced; y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer; la cual, cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere; pero, en efeto, el hombre ha de ser hombre, y la mujer, mujer; y, pues yo soy hombre dondequiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese a quien pesare; y así, no hay más que hacer, sino que vuestra merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sansón, que dice que su conciencia le lita que persuada a vuestra merced a salir vez tercera por ese mundo; y yo de nuevo me ofrezco a servir a vuestra merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido a caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos.

D.ª Rafaela lo advirtió bien, y adoptando un semblante enteramente picaresco, le dijo bajando aún más la voz: Ya , ya , querida, que usted y él... ¡vamos!... Apriete, hijita, apriete, y que no se escape, que bien merece la pena... Al que no puedo ver ni en pintura es a aquel otro que se come los periódicos, aquel de las barbas y las gafas... ¡Ah, , Moreno!...

Y enterándose rápidamente de lo que decía, levantó la cabeza, exclamando con satisfacción: ¿Conque es usted de los netos? ¿Y ha hecho la campaña en el Norte? Apriete usted esa mano, compañero. A nadie se la doy yo con más satisfacción que a los soldados del rey y la religión... ¿Con qué general ha estado usted? He servido a las órdenes de Ollo y Dorregaray.

Sin embargo, procuraban estar finos, y lo echaban a broma de modo que el hombre no se incomodase. Cuidado con que no me apriete el sombrero dijo éste riendo. Le tomaron después la medida de la talla y la longitud de los brazos en cruz. Al ver el número que señalaba la cinta se dirigieron una mirada de ansiedad: la consternación más profunda se pintó en sus semblantes. El traje holgadito, ¿eh?

Vuesa merced me deje dormir y no me apriete en lo del azotarme; que me hará hacer juramento de no tocarme jamás al pelo del sayo, no que al de mis carnes. ¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte!

Nos encerramos en el cuarto de mi tío, aseguramos las puertas y don Benito, con una cara de pascuas, abriendo los brazos exclamó: Don Ramón... ¡apriete, amigo! y buscó a mi tío para abrazarlo. ¡Oh! don Benito... ¡qué desgracia! ¿Desgracia? ¿Me representa usted el hipócrita? Celebre usted, amigo, el más grande de los aniversarios de su vida...

Por quien me ha de nacer perpetua gloria, Que una que espero juventud florida Me ha de ingerir en una larga historia Y guisarme tras esto una guarida Preciosa, si no soy tan desgraciada Que se me escape un conde de por vida. Que esta cara que veis no almidonada Promete desde luego un gran empeño, Con que el dozavo no me apriete en nada.

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: «¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigoTres héroes

Essa mano, que mueue la pluma q. escriuió la carta, me ha puesto en oblig.^on por esso doy a v. m. las gracias, digo por esta parte, y le pido q. me ame, como solia, q. yo el mismo soy, q. nunca me mudo, sino para mas amar. A Dios. a vj de otubre 1604. Serui.^r de V. m. Ant. Perez. No lo qué responde el obpo. Si no es bueno, sup.^co a V. m. procure se le apriete. Si lo es, me lo auise.

El viérnes santo, miéntras duraba el sermon de la pasion, dábanse todos «muchas bofetadas y golpes de pechos ...» «Luego se ordena la procesion por la plaza, y calles principales, llevando en unas andas la imágen de bulto de Cristo crucificado, y en otras la de la Santísima Virgen, con mas de doscientas luces, en un silencio y compostura tan grande que no se oye una palabra, sinó los azotes de un crecido número de penitentes de sangre, arrastrando sogas y palos pesados, y otros vestidos de nazareno, con cruces á los hombros, cantando los coros de músicos el miserere ...» «Varios coros en la iglesia cantan lamentaciones, mientras duran las penitencias y penitentes que van pasando delante del monumento, haciendo reverencia y mas recia disciplina á vista de la imágen de Cristo crucificadoCuando sobrevenía una peste, inmediatamente se rezaba una novena, acompañada de ayunos y otras penitencias; entónces; «cada noche hay plática y acto de contricion, y se van siguiendo las parcialidades á hacer disciplina, y si algunos por viejos, ó por la novedad del ejercicio, su dan con poca fuerza, se enojan los oyentes, y le riñen que apriete la manoAsí pues, segun el estado de exageracion religiosa de la España en aquella época, los Jesuitas á mas de los principios de sana moral y de la religion católica, impusieron á los fanáticos Moxos esos castigos corporales, que los ultrajaban, quitándole no poco á su dignidad de hombres.