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Pisando aquellas alfombras, viéndose en aquellos espejos tan grandes como las puertas, hundiendo el cuerpo, voluptuosamente, en aquellas blanduras del lujo cómodo, ostentoso, francamente loco, pródigo y deslumbrador, el Magistral se sentía trasladado a regiones que creía adecuadas a su gran espíritu; él, lo pensaba con orgullo, había nacido para aquello; pero su madre codiciosa, la fortuna propia insuficiente para tanto esplendor, el estado eclesiástico, la necesidad de aparentar modestia y casi estrechez, le tenían alejado del ambiente natural... que era aquel.... El Magistral al entrar en estos salones y gabinetes suavizaba más sus modales suaves y con fácil elegancia, manejaba el manteo y plegaba la sotana y movía manos, ojos y cuello con una distinción profana que no llegaba nunca a la desfachatez del cura que reniega del pudor de los hábitos al pisar los palacios del gran mundo... o sus sucedáneos.

Bien cerca de tu casa tienes al pobre hijo de Pedro Gómez esperando á que se le acabe la poca salud que trajo de las Indias al cabo de quince años de buscarse en ellas la fortuna, para que Dios le lleve á descansar á su lado; pues ya, pobre y enfermo, ni vale para apoyo de su familia, ni para el pueblo, ni para mismo, que es lo peor...; y bien reniega de la hora en que salió de su casa....

La estenuacion y el desaliento estaban pintados en el semblante, la desesperacion, la ira, algo indefinible, mirada de moribundo que maldice, de hombre que reniega de la vida, de mismo, que blasfema contra Dios... Los más resistentes bajaban la cabeza, frotaban la cara contra las sucias espaldas del que va delante para enjugarse el sudor que les cegaba; muchos cojeaban.

El rey de Túnez hace un desembarco en Sicilia para complacer á su amada, que desea un esclavo siciliano. Leónido vence á los moros que le atacan, pero se aviene con ellos, y al fin resuelve acompañarlos á Túnez, en donde reniega de la religión cristiana para poner el colmo á sus crímenes.

No hay nación de Europa donde no exista la historia del sabio que se harta de estudiar sin honra ni provecho; que reniega del saber, que no le proporciona goces; y que, excitado por la rabia, por los desengaños, por la ambición o por la sed de deleites, acaba por hacer pacto con el diablo, a fin de divertirse y tener dinero, y lo que llaman ahora posición, aunque después haya de pagarlo todo en los profundos infiernos.

Cuando uno se propone un fin noble y elevado, como es el del matrimonio, y no puede conseguirlo á causa de un cochino déficit, reniega de la existencia y.... No pudo concluir la frase, porque ante sus ojos se presentó un espectro que avanzaba lentamente, con expresión siniestra y aterradora.

La que reniega de la timidez, le halla osado, y comedido la que desconfía de su atrevimiento; con las muy castas observa la virtud de la paciencia, esperando y logrando del tiempo y la ocasión lo que le regatea la honestidad; a unas sólo intenta seducir con miradas y palabras; a otras en seguida les persuade de que los brazos del hombre se han hecho para estrechar lindos talles.

Se reniega de la memoria de aquellos ministros extranjeros que vinieron a civilizar a España, siendo maestros de Aranda y Floridablanca.

La censura es la intolerancia del corazon, como la intolerancia es la censura del discurso. El viejo no puede sentir, no puede gozar, y reniega de aquello que ya no puede poseer. Desea, pero desea en balde, y este mismo deseo le hace apóstata de los bienes que está deseando. Es como el amante que ama con tal delirio, que da veneno al propio objeto de su amor.

¡Vaya una desgracia! «Para tomar mujer no se reniega de la madre», decía Napoleón; se puede muy bien ser buen marido y buen soldado. ¿Verdad, tía Liette? ¡Anda! ahora llamo a usted también yo tía Liette... Dispénseme usted, señorita, y permítame darle un beso sin embargo...