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El calavera doméstico admite diferentes grados de civilización, y su cuna, su edad, su profesión, su dinero le subdividen después en diversas castas. Las principales son las siguientes: El calavera lampiño tiene catorce o quince años, lo más diez y ocho.

Su rostro ovalado en donde se veía impreso el sello de una leve y espiritual demacración, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancólica dulzura, su intensa palidez, las purísimas líneas de su contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje blanco y flotante, me traían á la memoria esas mujeres que yo soñaba cuando casi era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quimérico objeto del vago amor de la adolescencia!

Esto, que al principio no llamó mucho la atención, atrájola luego poderosamente cuando en Abril y á principios de Mayo, se recrudeció de tal manera la enfermedad, que por las mañanas aparecieron las calles de Sevilla llenas de perros de todas castas que habían muerto durante la noche.

-No más: cesen mis alabanzas -dijo a esta sazón don Quijote-, porque soy enemigo de todo género de adulación; y, aunque ésta no lo sea, todavía ofenden mis castas orejas semejantes pláticas.

Se diría que ella ignora el poder de sus ojos y no sabe que sirven más que para ver. Cuando fija en alguien la vista, es tan clara, franca y pura la dulce luz de su mirada, que, en vez de hacer nacer ninguna mala idea, parece que crea pensamientos limpios; que deja en reposo grato a las almas inocentes y castas, y mata y destruye todo incentivo en las almas que no lo son.

Pero su bondad era estrechísima: dividía en castas la pobreza; y a cambio del dinero exigía una supeditación absoluta a todo lo que él pensase y amase. Era capaz de aborrecer a su propia familia, de sitiarla por hambre, si creía con ello servir a su Dios; a aquel Dios a quien profesaba inmensa gratitud porque hacía prosperar los negocios de la casa y era el sostén del orden social.

Dentro de poco tiempo no habrá más que dos castas, la de los ricos y la de los pobres, que continuarán la lucha secular por la posesión de la autoridad y de la inteligencia. En un mundo tan abierto á la influencia del dinero y en el que las colonias extranjeras están como en su casa, Harvey no podía menos de ser bien acogido.

La isla de Luzón, la que constituye el extremo N. de aquellos territorios, requeriría por sola un grueso volumen si hubiésemos de dar somera idea de las castas que la pueblan, de su territorio y de la inmensa riqueza minero-forestal con que la naturaleza le ha dotado.

La actual población de las islas Marianas que como ya hemos dicho se compone de 7.138 almas, distribuídas en Guajan, Rota y Saipan, forman un conjunto de castas y razas dignas de estudio.

Contra el precepto de Horacio, empezaré ab ovo. Todos somos unos. Todos somos hijos de Adán y hermanos por consiguiente. Pero ocurrió lo de la Torre de Babel y los hombres se dispersaron. Unos se largaron por un lado, otros se largaron por otro, y se formaron muy diversas tribus, razas ó castas.