United States or Isle of Man ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ahora, Nieves la dijo éste casi imperativamente, pero traduciéndosele en la voz y en la mirada la compasión y el interés de que estaba poseído , va usted a hacer, sin un momento de tardanza, lo que debió de haberse hecho en un lugar de lo poco que yo hice... porque no me era lícito hacer más: está usted empapada en agua, está usted fría; y eso no es sano: hay que quitarse esa ropa... ¡toda la ropa! enjugarse bien, friccionarse si es preciso, y volverse a arropar: yo no tengo vestidos que ofrecerla a usted, ni en estas soledades han de hallarse a ningún precio; pero tengo algo seco, limpio y muy a propósito para que pueda usted envolverse en ello y abrigarse... Vea usted una... dos... tres grandes sábanas de felpa... dos toallas... unas pantuflas sin estrenar, algo cumplidas de tamaño; pero donde cabe lo más, cabe lo menos... Otro impermeable... ¿Se acuerda usted de la tarde en que les enseñé estas prendas visitando ustedes esta cámara? ¡Mal podía imaginarme yo entonces el destino que les estaba reservado para hoy!

Durante unos instantes estuvo su vida en peligro. Uno o dos hombres se levantaron en el acto, varias manos buscaron armas ocultas, y sólo la intervención del juez pudo dominar la propuesta de «echar a aquel insolente por el balcón». El reo se reía, y su socio, al parecer ignorante de la sobreexcitación que causaba, aprovechó la oportunidad para enjugarse otra vez la cara con el pañuelo de bolsillo.

Anda y pídele a tu padre su bendiciónMedio pollito se acercó al respetable autor de sus días, bajó la cabeza para besarle la pata y le pidió la bendición. El venerable pollo se la dio con más dignidad que ternura, porque no le quería, en vista de su carácter díscolo. La madre se enterneció, en términos de tener que enjugarse las lágrimas con una hoja seca.

La estenuacion y el desaliento estaban pintados en el semblante, la desesperacion, la ira, algo indefinible, mirada de moribundo que maldice, de hombre que reniega de la vida, de mismo, que blasfema contra Dios... Los más resistentes bajaban la cabeza, frotaban la cara contra las sucias espaldas del que va delante para enjugarse el sudor que les cegaba; muchos cojeaban.

Salí a su encuentro para ayudarle a sacudirse y a enjugarse... y a nada, porque de dos bativoleos se desprendió de todo lo flotante que goteaba sobre él. Así quedó, en un periquete, liso y mondo de pies a cabeza, es decir, de chaqueta corta y en pelo.

Alguien aseguró después que, hasta que de vista se perdieron, doña Mencía estuvo en el balcón de su estancia, que se elevaba sobre el muro, y desde donde se oteaba el circunstante paisaje, mirando a los que partían, y dando al mancebo cautivo un postrer adiós con el blanco pañizuelo de holanda que hacía ondear su diestra, cuando no se le llevaba a los ojos para enjugarse el llanto delator que los humedecía.

Que se levante el ejército, pero que se siente don Cristóbal gritó uno. El Jubilado quedó parado en firme, echó una mirada de triste reconvención hacia el sitio de donde había partido la voz, se llevó el pañuelo a los ojos para enjugarse las lágrimas, bebió con calma lo que restaba de vino en la copa y se sentó gravemente entre el aplauso y la risa de los comensales.

La bautizó después en un arroyo con el nombre de Bienhallado, y allí la traía, enternecido, apretando el paso, para darle pronto buena leche de las cabras del convento. Después de abrazar a los religiosos y enjugarse gruesas gotas de sudor, sacó de los bolsillos del pantalón un sobre con el sello del águila rusa. Esto es lo que le manda el general Camilloff, amigo Teodoro.

En una de sus piruetas, puso el pie en falso sobre una piedra, tropezó y se quedó bonitamente sentado en el camino, con el sombrero por un lado y el bastón por el otro. Sin turbarse absolutamente nada, sacó tranquilamente el pañuelo y se puso a enjugarse la frente con expresión satisfecha, como si el sueño de su vida se hubiera realizado al encontrarse allí gozando de un reposo definitivo.

un roce, el ruido que hace una persona que se levanta bruscamente, y, al cabo de un intervalo bastante largo sin duda el tiempo necesario para enjugarse los ojos, su voz resonó muy cerca de la puerta, preguntando quién estaba allí y qué querían. Soy yo, Marta dije. Te traigo tu plato; lo habías dejado abajo. Llévalo a tu cuarto, iré a buscarlo mañana respondió ella.