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Además, piensa que es muy doloroso morir a tu edad, y estarse pudriendo tierra tontamente, mientras los otros ríen y bailan sobre tu sepultura... ¿Sabes lo que sucederá después que te dés el tiro? te llamarán malogrado por los diarios, y requiescat in pace; a los dos días nadie se acuerda del santo de tu nombre: no olvides el refrancito: el muerto al hoyo, y el vivo al bollo; sólo papá y tiíta Silda te llorarán hasta la consumación de los siglos y esto será el único resultado de tu suicidio; bien triste, ¿no es cierto? ¿Y no te parece, hijito, que aquí hace mucho frío, que el suelo está muy húmedo, y que, ahí, encima de la maleza, se debe estar muy incómodo? ¿y no temes que la mano te tiemble, en el momento de disparar, y vayas a herirte malamente, y en lugar de volver muerto a casita, te lleven herido, para sufrir dolores y apósitos y visitas de médico? créeme y fíjate bien en lo que voy a decirte: tu falta, a los ojos de la moral, siempre pudibunda, es grave, naturalmente, no tiene vuelta de hoja, pero, tal como andan hoy las cosas en nuestro país, es una chiquillada, una gracia, que más que la censura, despertará la risa, con esta frase por todo comentario: ¡Qué diablo de muchacho! este Varguitas es muy vivo... No tiene más que hacer, pues, que ponerte bajo la égida de un fantasmón de la política, un Eneene cualquiera, y verás cómo esa falta, que a ti te parece tan deshonrosa, sirve maravillosamente para tu carrera, y recorres de un salto la escala, mientras los que se emperran en hacer el desairado papel de honrados, vegetan en los últimos tramos... ¿Qué no? ¿no te convenzo? ¿eres honrado, también? ¿tienes delicadeza? ¿tienes vergüenza? pues, hijo, pégate el tiro, porque, francamente, no sirves para nada... pero, ¡cuidado no tiembles!... ¿Y Susana? ¿qué me dices de Susana? ¿has visto porteña, más deliciosa? y la dejas, para que se la lleve otro: comprendes que, siendo como es, no quedará para vestir imágenes, y aunque constante y santa, por añadidura, no va a guardarte duelo toda la vida; fíate y no corras: las santas son de carne y hueso, por más que digan, y cuando la carne habla, no valen disciplinas, hijo... Ahí tienes: Susana hubiera sido tuya, a la larga; no lo dudes.

A poco llegó la guardesa, que también era compasiva, y lo primero que hicieron fue dar agua a Benina para que le lavase la herida a su compañero, y de añadidura sacaron vinagre, y trapos para hacer vendas. El moro no decía más que: «Amri, ¿pieldra ti no? No, hijo: no me ha tocado más que una china en el cogote, que no me ha hecho sangre. ¿Dolier ti? Poco... no es nada.

Mi suegro desacredita y niega mil cosas convencionales y rutinarias. Desde Quevedo acá, se ha tenido por corriente que los escribanos sean rapaces, taimados, venales y, por añadidura, feos como demonios, zanquilargos, flacos, largos de nariz y de uñas, sucios y mal educados.

Yo digo que esas cabezas tienen algo, algo, señor, que no tienen las demás... En fin, más vale que le por ahí». Concluyó Santa Cruz la carrera de Derecho, y de añadidura la de Filosofía y Letras. Sus papás eran muy ricos y no querían que el niño fuese comerciante, ni había para qué, pues ellos tampoco lo eran ya.

«Esa interpretación de lo sucedido en el regio alcázar no creemos que se haya insertado jamás en ningún periódico, y por añadidura ministerial, desde que la prensa existe.

Cumplido el vencimiento del hospedaje, no sólo no pudo pagar el dinero del gabinete ni los ocho reales de la comida, sino que, por añadidura, tuvo que pedir prestada cierta cantidad a D.ª Laura. Diósela esta con el gesto menos gracioso que se puede imaginar; pero la esperanza de un nuevo envío del Canónigo, a todos consolaba.

En medio de una santa y dulce indiferencia dejaba que Dios obrase dentro de su espíritu. Exento para siempre de duda y de incertidumbre, sabía que no debía querer más que una cosa, y que todo lo demás se le daría por añadidura. Estaba seguro de que la fuente de amor divino que había brotado en él no se agotaría jamás, y que este amor le guiaría eternamente.

¡Qué mal gusto! exclamó la condesa . Gorda como una barrica de aceite y bizca por añadidura... ¿Pero Manolo no se había casado con ella por el dinero? Todo el mundo pensaba eso y él mismo no se ocultaba para decirlo. Ahora al cabo de seis años resulta que se pone loco perdido por ella y tiene unos celos atroces de Marquina. ¡Válgate Dios! ¡Después de tanto tiempo como llevan de relaciones!

Yo hacía nuevas reflexiones. ¿El hambre no es una palabra vana? ¿Es verdad, pues, que existe una enfermedad llamada así; es verdad que hay criaturas humanas que sufren de ordinario y casi diariamente, lo que yo sufro por casualidad la primera vez en mi vida? ¿Y cuántos de estos seres tendrán por añadidura algunos otros sufrimientos que á no me abruman?

Ambas luces tenían pantallas verdes, con añadidura de raso del mismo color, al modo de faldones que caían por una sola parte de las dos circunferencias. La claridad se esparcía por la mesa, y el resto de la habitación estaba en penumbra manchada, con verdosa pátina de tapiz viejo.