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Pues palante exclamó el catalán, disparando su risa , y aunque sea de doscientos reales. Pero cuatro o cinco amigos nada más».

Tornose esto en una necesidad del corazón, y como estoy solo, como no me gusta estar solo... No tengo grandes riquezas que ofrecer a usted, pero soy trabajador, gano bastante y holgura... ¡Desde que la vi a usted me gustó tanto!... La vi salir de esta casa, y dije: «¿Quién será?...». En fin, que usted vale mucho, es muy buena, y yo quiero casarme con usted... Vamos, ya lo dije... y palante».

Hoy se tiene por barbaridad lo que mañana quizá se mire como una gran acción. Nada, hombre...palante, palantito...». Siguió hablando en este tono y desarrollando su idea con tal copia de audaces juicios, que los muchachos le oían como si fuera una sibila. «Lo que yo quiero es moneda volvió a decir Mariano con rudeza concisa. ¡Ah!, ya no quieres celebridad, sino plata.

, se suprimirá el dinero, que no sirve más que para negocios indecentes. Suprimiendo el numerario, quedarán suprimidos los ladrones... y palante». Ambos abrieron medio palmo de boca. «Pero el dinero se aventuró a decir Mariano no se ha de quitar hoy ni mañana... Quién sabe... La cosa está mal. Dicen que esto se va. Me escriben de Barcelona que se está trabajando...

Con un pedazo de lápiz tamaño así, y un papel de cigarro, basta para hacer el gran balance. Es la liquidación fácil, porque es la última... y palante». Mariano y su colega le oían absortos. «Dice este continuó el estampador, incansable en la denuncia que él ha de poder poco o ha de soltar pronto la blusa.

¿De dónde vienes, hom? De Inhiesta. ¿A quién llevaste? A dos amigos míos. ¿Puede saberse quiénes son? No se puede saber. Conque adiós, y arrea palante. Y oyóse un revuelo de cascabeles, que se dividían en dos bandadas, y cada cual volaba en dirección opuesta. Novillo y Apolonio recobraron la almohada de ruidos y vaivenes, y se adormecieron de nuevo. El primero en despertar fué Novillo.

Mariano gruñía, dando a conocer, con bárbaro modo, su ardiente anhelo de ser sanguijuela. «Ea, bastante se ha charlado dijo el maestro echando un vistazo a la prensa .Palante... Sacadme esos reportes ahora mismo». Y siguió un silencio sólo turbado por los rumores de la actividad taciturna.

Hay que decir: «Hasta aquí llegó la cosa»..., y palante... Yo diría a los jueces, escribanos, alguaciles, magistrados y demás pillería: «¿Queréis almorzar? Pues ahí tenéis la azada, el arado, el escoplo o lo que más os convenga. Pero con papeles no se come aquí, señores...». ¿Que no querían? Pues hacia un estanque de tinta, los ahogaba en él..., y palante.

Siento que se hayan ustedes muerto, señores, porque así no verán cómo vamos a arreglar a las sanguijuelas del pueblo, a los verdugos del pobre obrero... ¡Ah!, usted, el de la golilla que parece un plato, el de la cruz de Calatrava, usted, caballerete, si viviera en estos tiempos de ahora y alcanzara el día de la justicia, no nos miraría con esos ojos... ¡Quia!, se le pondría una escoba en la mano; mi señor cruzado barrería las calles..., y palante».

Mira qué tipos. ¿Prim?, un tunante. ¿O'Donnell?, un pillo. Tiranos todos y verdugos. Olózaga, Castelar, Sagasta, Cánovas. Parlanchines todos. ¿Y ese Thiers de Francia? Otro que tal. Cuando toquen a barrer, veréis cómo queda esto... Nada, nada; aplícate a este oficio y puede que llegues a notabilidad. Ya sabes, comerás y vestirás con tu trabajo. Toma y daca... y palante.