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Con la botella de Jerez se recibe al amigo en Inglaterra, con la botella de Jerez se obsequia al convaleciente en los países escandinavos, y restauran en la India los soldados ingleses sus fuerzas agotadas por la fiebre.

Pasaron batallones, escuadrones, baterías, con dirección al Norte, fatigados, sucios, cubiertos de polvo y barro, pero con un enardecimiento que galvanizaba sus fuerzas casi agotadas. Los cañones franceses empezaron á tronar por la parte del pueblo. Grupos de soldados exploraban el castillo y las arboledas inmediatas.

Agotadas muy pronto las flechas de los arqueros, lucharon desesperadamente con espadas, picas, hachas y mazas, aprovechando todas las ventajas de su posición. Por fortuna, el combate cuerpo á cuerpo impidió á los honderos castellanos continuar su obra de destrucción.

Al cabo, viendo crecer siempre el número de tus enemigos y sintiendo tus fuerzas agotadas, supiste como hábil guerrero salir del campo de batalla sin ser notado y refugiarte entre los espesos castañares. Los demás buscaron asilo en las casas. En vano , fatal Bartolo... Pero no... Bartolo no estaba allí... ¿Dónde estaba Bartolo?

Había que añadir unos dientes de ajo y un pellizco de sal, y con esto el amo daba por alimentados a unos hombres que necesitaban renovar sus energías agotadas por el trabajo y el clima. Unos cortijos eran de pan por cuenta, y en ellos se daban tres libras por cabeza. Una telera de seis libras era el único alimento para dos días.

Así que, la ciencia pudo decir á todos: «Acudid, pueblos, acudid, agobiados trabajadores, acudid, jóvenes mujeres de fuerzas agotadas, criaturas castigadas con los vicios de vuestros padres; acércate, macilenta humanidad, y díme francamente, á presencia del mar, lo que necesitas para reanimarte. Ese principio reparador, sea cual fuere, el mar lo posee

Pero, dijera Mathys lo que dijera, la viuda, aniquilada, agotadas las fuerzas y las ideas, quedó abismada por su dolor, y sólo respondió por medio de suspiros y sollozos. El intendente la miró durante un rato, siguiendo con la mirada las lágrimas que caían de sus mejillas. Sacudió la cabeza contrariado, y pareció luchar con un pensamiento penoso.

Cúmplase mi destino; yo no quiero luchar ya más contra la adversa suerte; el negro porvenir tranquilo espero, puestas mis esperanzas en la muerte. Siento que ya mis fuerzas agotadas, que mi mente, serena en otros dias, las unas por mis penas enervadas, la otra presa de horribles fantasías, ya nada oponen al terrible embate de ignota maldicion, que me persigue.

Rompí el papel en cien pedazos..., ¡como si con este pobre recurso borrara su contenido de mi memoria, y la voz del que le había estampado allí no resonara en mis oídos, ni el fulgor de su mirada penetrase por mis ojos hasta el fondo del corazón! »El incendio se produjo otra vez; pero las fuerzas de mi discurso para huir de él por las callejuelas de extraños pensamientos estaban agotadas ya.

En ese momento me di cuenta de que tenía agotadas las fuerzas. Aquella milagrosa organización se defendió de ella misma. No se lamentó. No confesó nada que pudiera delatar debilidad. Reconocerse impotente y desanimada era ponerlo todo en manos del azar, y el azar le causaba miedo como el más incierto de todos los auxiliares, el más pérfido, acaso el más amenazador.