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Los habitantes del país, mejor pertrechados, les prestaban sus carabinas cuando habían de perseguir á algún bandolero. Sus caballos eran los más flacos y peor alimentados de toda la comarca. Vivimos en una nación federal siguió diciendo el comisario , y únicamente las provincias, por ser autónomas, tienen bien organizada su policía.

Tal vez no esté muy lejos el dichosísimo y gloriosísimo día en que, alimentados de un modo menos grosero, se volatilicen nuestros cuerpos, y se sostengan en el aire, y lleguen a ser ubicuos y compenetrables, y hasta diáfanos y luminosos.

Sin embargo, para no alargar esta conferencia sólo presento un pequeño número de casos citados a montones en estos pequeños opúsculos repartidos con profusión en nuestro pueblo. ¿Qué lógica, qué razonamiento podemos esperar de cerebros nutridos con tales absurdos, alimentados con patrañas de carácter tan pueril que no se comprende que hayan sido narrados por hombres de simple sentido común?

Sólo el señor de las Matas de Arbín se levantó de su silla y con reposado y noble ademán avanzó su copa hasta chocar con la del ingeniero y dijo: Hubo un tiempo, señor, en que delante de estos rudos campesinos, alimentados con castañas y bellotas como las bestias, corrían desbandadas las águilas romanas enviadas por Augusto.

A todas partes, menos allí. Y como hombre que ha caído tan hondo, tan hondo que ya no puede sentir remordimientos, apartó su vista del incendio para fijarla en aquella luz macilenta; luz de cirios que arden sin brillo, como alimentados por una atmósfera en la que se percibe aún el revoloteo de la muerte. ¡Adiós, Pimentó! Bien servido te alejas del mundo.

Los había de todas castas, figuras y colores: unos de elegante silueta, bien alimentados; otros churretosos y con largas lanas; pero todos guardaban igual silencio, sin un ladrido, sin el menor rezongo, graves e inmóviles, como soldados que presienten la proximidad del combate. Sus amos hablaban en voz baja, por la costumbre de recatarse en el vedado.

Había pasado media hora, y los cuatro perros de edad, agrupados a la luz de la luna, el hocico extendido e hinchado de lamentos bien alimentados y acariciados por el dueño que iban a perder continuaban llorando su doméstica miseria. A la mañana siguiente míster Jones fué él mismo a buscar las mulas y las unció a la carpidora, trabajando hasta las nueve. No estaba satisfecho, sin embargo.

Los gigantes, alimentados con las propias fuerzas de la tierra, llevaban en la voz los rugidos del huracán y en los brazos el vigor de la tormenta: con sus cien manos lanzaban al azar el pedrisco de rocas, pero luchaban con el ciego furor de los elementos contra dioses jóvenes é inteligentes. Sucumbieron, y bajo los escombros del monte quedaron aplastados con ellos pueblos enteros.

El año de 1855, época en que yo residia en Suiza, entraron en el establecimiento de Lausana 207 ciegos: de este crecido número solo 47 pagaron su asistencia, siendo educados y alimentados gratuitamente por el establecimiento los 160 restantes del número de los que entraron en el año.

Había que añadir unos dientes de ajo y un pellizco de sal, y con esto el amo daba por alimentados a unos hombres que necesitaban renovar sus energías agotadas por el trabajo y el clima. Unos cortijos eran de pan por cuenta, y en ellos se daban tres libras por cabeza. Una telera de seis libras era el único alimento para dos días.