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Sancho se puso tras su asno, y con él se defendía de la nube y pedrisco que sobre entrambos llovía.

Maximiliano no se sentó, doña Lupe , y en el centro del sofá debajo del retrato, como para dar más austeridad al juicio. Repitió el «muy bien, Sr. D. Maximiliano» con retintín sarcástico. Por lo general, siempre que su tía le daba tratamiento, llamándole señor don, el pobre chico veía la nube del pedrisco sobre su cabeza.

Como hombre, como funcionario del Celeste imperio, es más inútil a Pekín y a la humanidad, que un pedrisco en la boca de un perro hambriento. Mas la transformación de la substancia existe: te la garantizo yo, que el secreto de las cosas. Porque la tierra es así: recoge aquí un hombre podrido y lo restituye allá, en el conjunto de sus formas, como vegetal vigoroso.

Los gigantes, alimentados con las propias fuerzas de la tierra, llevaban en la voz los rugidos del huracán y en los brazos el vigor de la tormenta: con sus cien manos lanzaban al azar el pedrisco de rocas, pero luchaban con el ciego furor de los elementos contra dioses jóvenes é inteligentes. Sucumbieron, y bajo los escombros del monte quedaron aplastados con ellos pueblos enteros.

48 y entregó al pedrisco sus bestias, y al fuego sus ganados. 49 Envió sobre ellos el furor de su saña; ira, enojo, angustia, y ángeles malos. 50 Dispuso el camino a su furor; no eximió el alma de ellos de la muerte, sino que entregó su vida a la mortandad. 51 E hirió a todo primogénito en Egipto, las primicias de las fuerzas en las tiendas de Cam.

Pero a medida que trepaban se les rechazaba a culatazos y caían en sus propias filas como un pedrisco. En tal ocasión, pudo preciarse el ejemplar comportamiento del anciano leñador Rochart. El solo hizo rodar por tierra a más de diez hijos de la vieja Germania; los cogía por debajo de los brazos y los arrojaba al camino. Materne tenía la bayoneta viscosa de sangre.

La tierra, por tres partes diferentes, Se abrió con espantable fortaleza, Y por las aberturas y vertientes Salía con furor gran espeseza De polvo, y de pedrisco, que á las gentes Mataba sin piedad esta maleza: Un indio se salvó de este pedrisco, Quedando sin lesion encima un risco.

El infeliz Carnicero no vio nada de esto, librándose así de una impresión horrorosa; no oyó tampoco el estruendo de las alimañas en el techo, retirándose al través de los tabiques y haciendo saltar bajo su paso débil innumerables pedazos de yeso; no pudo ver cómo cayó de pronto enorme porción de cascote en medio del pasillo, ni cómo algunos de los puntales se movieron y otros se rompieron cediendo al fin al peso de la techumbre podrida; no vio la primera oscilación de esta sobre la sala, ni la inclinación del tabique medianero, ni el vacilar de los de carga, ni la pavorosa lentitud con que las vigas del tejado cayeron sobre las del techo plano, aplastando la bohardilla como un bizcocho; ni oyó los crujidos de las maderas resistiendo todo lo posible el peso, ni el quebrantamiento de algunos tabiques, ni el cuartearse de los yesos, salpicando chinitas menudas que luego fueron piedras; ni vio desprenderse polvo de las alturas, precediendo a una lluvia de cal que luego fue pedrisco de guijarros; ni presenció la desviación de la pared maestra, que empezó haciendo una cortesía a la pared frontera por la calle del Duque de Alba, y luego se rompió por las ventanas y en la parte más frágil.

El invierno había sido duro, las patatas pocas y malas, el macho estaba enfermo, los muchachos descalzos, un pedrisco lo había arrasado iodo; y tras estos preámbulos entraban en materia con la petición de veinte duros para pasar el mal tiempo, de una pieza de sarga para vestir a la familia, y otras demandas menos aceptables.

Una tromba de agua y pedrisco no causaría más daño en un sembrado: la mar alborotada arrojando sobre la tierra sus espumas amargas no infundiría más espanto. Todo cae, todo huye, todo grita delante de su furor indomable. Los de Lorío, aterrados, apenas pueden resistir breves instantes.