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¡No, por cierto! respondió Kasper ; ha llegado el invierno, el tiempo del jabalí. Después, dejando uno y otro las carabinas en el rincón de la ventana, al alcance de la mano, por si llegaba un caso de alarma, montaron la pierna por encima del banco y se sentaron frente a su padre, que ocupaba la cabecera de la mesa.

Aquellos tres hombrachos armados de carabinas cortas de Inspruck, con polainas altas de color azul y botones de cuero que les subían por encima de la rodilla, las espaldas cubiertas con una especie de casaca de piel de cabra y el sombrero muy echado atrás no se habían dignado siquiera acercarse al fuego.

Trabucos, carabinas de chispa, carabinas de pistón, de un cañón, de dos cañones, pistolas de arzón, cachorrillos, sables, puñales, navajas. ¿Sería que el capitán, á pesar de su pregonado amor á la paz y sus instintos bucólicos, guardase allá en los repliegues del corazón grato recuerdo de su vida de guerrero? No por cierto.

Después de este acto del impaciente Rojas, se fué organizando la expedición, compuesta de una docena de jinetes, todos con carabinas, y al frente de los cuales se colocaron el ingeniero y el comisario. La noticia había circulado por el pueblo y acudieron grupos de mujeres y chiquillos para ver la salida de la tropa montada.

Mira, gabacho decía Madariaga . Todo versos y novelas. ¡Puros embustes!... ¡Aire! El tenía su biblioteca, más importante y gloriosa, y que ocupaba menos lugar. En su escritorio, adornado con carabinas, lazos y monturas chapeadas de plata, un pequeño armario contenía los títulos de propiedad y varios legajos, que el estanciero hojeaba con miradas de orgullo.

¡Papá Juan Claudio! gritó Luisa, tendiéndole los brazos. Pero el guerrillero doblaba ya la esquina; el doctor arreó el caballo, y el trineo se deslizó por la nieve. Detrás de él, Frantz Materne y sus hombres, con las carabinas al hombro, apresuraban el paso, mientras que el ruido de las descargas continuaba alrededor de la casa.

Pues apretad el paso, que yo voy hacia alláAl llegar a esta calle tratamos igualmente de informarnos, y también fue en vano; mas en la plaza de la Cebada, al preguntar a un grupo de hombres, todos armados de carabinas, que había delante de una taberna, nos replicó uno de ellos: «¿Ese D. León que manda una barricada, es alto, de bigotes blancos, señor. «¡Toma dijo volviéndose a sus compañeros pues si es el general LeónQuedamos maravillados y pedimos con afán ser presentados a él.

De pronto, como si se le ocurriese una idea súbita, exclamó: ¡Amigos míos, armad vuestras carabinas!... ¡Fuego sobre ese tabique! Lo que había decidido sobre todo a Santiago a esta maniobra, es que encontrándose necesariamente detrás de su tropa, se vería libre del primer choque de la salida que podrían intentar los sitiados. ¡Fuego! ¡y que el Cielo nos ayude! repitió empujando a su pelotón.

No faltaban éstas en el buque. Todos los pasajeros tenían la suya, y hasta algunas señoras ocultaban en sus camarotes el arma de fuego niquelada, brillante y graciosa como un juguete. Había revólveres de todos los calibres, pistoletes automáticos de diversos mecanismos. Un argentino hasta le había ofrecido para el caso dos carabinas de repetición, con balas blindadas, que llevaba para su estancia. Pero todas eran armas vulgares, prosaicas, de última hora; armas sin tradición, que no podían servir por falta de títulos para que dos caballeros se matasen.

Los dos muchachos se pasaron las carabinas a la espalda a modo de bandolera, y, dejando a la izquierda el valle del Brocque, Schirmeck y Framont, subieron la empinada cuesta del Hengsbach, que domina, a una distancia de dos leguas, al pequeño Donon; bajaron por la falda opuesta, sin seguir ningún sendero en la nieve, guiándose sólo por las cimas para cortar terreno.