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¡Papá Juan Claudio! gritó Luisa, tendiéndole los brazos. Pero el guerrillero doblaba ya la esquina; el doctor arreó el caballo, y el trineo se deslizó por la nieve. Detrás de él, Frantz Materne y sus hombres, con las carabinas al hombro, apresuraban el paso, mientras que el ruido de las descargas continuaba alrededor de la casa.

Delaberge pensaba con una profunda tristeza que ya no le quedaban por pasar sino algunos instantes al lado de Simón, y que cada una de las vueltas que daban las ruedas del carruaje apresuraban el momento de la despedida... Hubiera querido hablarle íntimamente, no dejarle sino después de haberle demostrado con toda discreción sus efusivas ternuras.

Pero todas las madres de niñas casaderas las adoraban, no se hartaban de bendecirlas y adularlas. Saludábanlas de media legua, y al salir de la iglesia se apresuraban a ofrecerles el brazo para que se apoyaran. En cambio, las que tenían algún hijo varón en edad de casarse solían mirarlas con recelo y antipatía, las llamaban por lo bajo chochas y entremetidas.

Al subir los escalones del peristilo del museo del Louvre y descubrir al final de larga sala, arrimada a un cortinaje rojo, sola sobre su pedestal la célebre Venus de Milo, sintiose poseído de una emoción indefinible: las piernas quisieron doblársele, y si no le detuviese el temor al ridículo, hubiera caído de rodillas ante la majestad de la diosa, a semejanza de los marinos griegos, que al arribar a la costa de Milo se apresuraban a rendir adoración a la hermosa Aphrodita.

Y los cobardes apresuraban su marcha bajo el cielo de hierro caldeado, por un camino que quema, hostigados por la nudosa rama que se desmenuza sobre la acardenalada piel. ¡El frío de la Siberia sería quizás más clemente que el sol de Mayo en Filipinas!

Aunque no lo era, necesitaba hacer algo; y se consumía de impaciencia por no poder emplear su actividad en el frente, bajo el silbido de los proyectiles. Al fin dió con el medio de ser útil. Quiso marcharse á París. Cuando todos los que podían escapar se apresuraban á hacerlo, ella iría á instalarse en su antigua casa, desafiando con su presencia el cañón y los aviones enemigos.

Amargo desengaño debió de experimentar cuando al penetrar en los salones y tropezar con una porción de distinguidos salvajes a quienes trataba con intimidad, Pepe Castro, el conde de Agreda, Maldonado y otros, observó que todos le volvían la espalda y se apresuraban a alejarse. Tan sólo el fiel Manolo, el loco marqués de Dávalos, la reconoció y consintió en la mengua de ofrecerla el brazo.

Empezó á hacerles señas y á enviarles besos con la punta de los dedos, que los niños se apresuraban á devolver por el mismo procedimiento. Cansado de la mímica, les dijo esforzando la voz: ¿Queréis una flor? Los chiquillos gritaron «, », moviendo la cabeza afirmativamente hasta descoyuntarse.

El periódico estaba inspirado, o como empezaba a decirse entonces, era órgano del general conde de Ríos; pero éste no se dignaba pasar casi nunca por la redacción: cuando de uvas a brevas lo hacía, nunca dejaba el conserje de entrar a anunciarlo a los redactores, quienes se apresuraban a sentarse y a quedarse absortos en su tarea.

El cielo estaba estrellado; el aire era tibio y embalsamado. Sentíase a la primavera batir sus alas al cernirse sobre el mundo. La, Naturaleza esparcía por toda la creación esa vida que se respira con las primeras brisas de mayo. Después de algunos días magníficos y de algunas noches serenas, las flores se apresuraban a abrir sus cauces y las lilas estaban casi agostadas.