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Pero morir ahogada en el barro, sofocada por esa agua que huele tan mal, no me hacía gracia. ¡Si al menos fuese el agua verde y transparente de los lagos suizos!... Yo busco la belleza hasta en la muerte; me preocupo de la última postura como los romanos y temía perecer aquí como una rata sitiada en la alcantarilla... Y, sin embargo, ¡si supiera usted lo que he reído viendo el terror de mi tía y de esas pobres gentes que nos sirven!... Ahora el agua no sube ya, la casa es fuerte, no hay más molestia que la de verse sitiados y espero el día para ver.

En efecto; una columna se puso inmediatamente en marcha en tal dirección, mientras que otra se dirigía a los parapetos para despistar a los sitiados sobre el movimiento de la primera. Materne gritó Juan Claudio . ¿No habría medio de darle un tiro a ese loco? El anciano cazador movió la cabeza y dijo: No; es imposible; está fuera de alcance.

Hubo un largo silencio; luego, de improviso, la anciana, poniéndose en pie completamente, con los brazos en alto, los cabellos erizados y la boca muy abierta, aulló de un modo terrible: ¡Valor! ¡, matad, matad!; ¡ah!, ¡ah! Y cayó pesadamente al suelo. Aquel espantoso grito despertó a toda la gente; los mismos muertos se hubieran despertado si lo oyeran. Los sitiados dijérase que renacían.

¿Y cómo nos las vamos a componer si esto dura mucho? se preguntó el Capitán con cierta inquietud ; porque estos bandidos son capaces de tenernos sitiados sabe Dios hasta cuando. No tenemos prisa, tío replicó Cornelio : se está muy bien en este nido de cigüeñas. Pero ¿y los víveres? ¿y el agua? ¿Tratarán verdaderamente de sitiarnos? preguntó Van-Horn. Estoy seguro de ello, viejo mío.

Hexe-Baizel no tardó en traer la sopa, y los sitiados hicieron círculo alrededor de la cazuela humeante. Catalina Lefèvre salió del antiguo refugio a las siete de la mañana, cuando aún dormían Luisa y Hexe-Baizel. La claridad del día, la espléndida claridad de las altas regiones, iluminaba ya los abismos.

Aprovechando la confusión producida por aquel tiro, los sitiados echaron con rapidez las pértigas que servían de escalas, y dos a dos se deslizaron por ellas llegando a la primera plataforma envueltos en fuego y en humo. Los piratas, que se habían detenido algunos minutos ante el cadáver de su compañero, volvieron a la carga furiosamente, pero momentos después retrocedieron rápidamente.

Todos los sitiados pensaban lo mismo; pero lo que colmó su desesperación fue ver de repente una larga fila de cosacos desembocar en el valle de Charmes a galope tendido, con el loco Yégof a la cabeza, volando como el viento; su barba, la cola de su caballo, su piel de perro y su roja cabellera hendían el aire. El loco miraba hacia la peña y blandía la lanza por encima de su cabeza.

Las mujeres de la casa que se agrupaban compungidas por la noche a rezar en alta voz, hacían la impresión de los sitiados que se preparan afanosamente a rechazar un ataque nocturno del enemigo.

Hacía tres días que los víveres faltaban completamente en el Falkenstein, y Divès no había dado señales de vida. ¡Cuántas veces, durante aquellas largas jornadas de agonía, los sitiados habían vuelto los ojos hacia Falsburgo! ¡Cuántas veces habían escuchado con inmensa atención, creyendo oír los pasos del contrabandista, cuando sólo llenaba el espacio el vago murmullo del aire!

Los años habían encorvado algo su cuerpo, aunque no pasaban de cuarenta y ocho los que tenía; y en la época en que le conocemos sufría todavía de la vista á consecuencia de haberle vaciado encima una espuerta de cal viva los sitiados de Bergerac, cuando el barón dirigía el asalto de aquella plaza al frente de los veteranos de Derby.