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Al ponerse en marcha la caravana, cuando se mueve el postrer trineo, ya despareció el primero detrás de un saliente del abismo. Se le ve, y desaparece de nuevo; se le columbra otra vez, y vuelve á desaparecer.

Observad que aquella región no tiene el aplanamiento de las costas siberianas, que se recorren en trineo, sino que es una montaña de mil leguas de extensión horriblemente accidentada, con profundas cortaduras, mares que se deshielan momentáneamente para helarse de nuevo, corredores de hielo que mudan de postura todos los años, se abren y se cierran á nuestro paso.

Hullin colocó a Catalina en el trineo sobre un montón de paja, y Luisa se sentó a su lado. ¡Vamos, ya están ustedes aquí! exclamó el doctor ; gracias a Dios. Y Frantz Materne agregó: Si no fuera por usted, señora Lefèvre, crea que ni uno solo abandonaría esta noche el monte; pero por usted no hay nada que decir. No gritaron los demás ; nada tenemos que decir.

Tomemos el sendero del Blanru dijo Frantz es más largo, pero es más seguro. El trineo descendió a la izquierda, a lo largo de los bosques.

Si le habla de esos ataques interrumpió el doctor , usted hubiera querido quedarse allí. ¿Y quién puede impedirme hacer lo que quiera? Si ahora mismo quisiera apearme del trineo, ¿no podría hacerlo?... He perdonado a Juan Claudio, y estoy arrepentida... ¡Oh, mamá Lefèvre!, ¿y si muere mientras usted dice eso? murmuró Luisa.

Diez minutos después llegaba el trineo a la linde de estos bosques, y el doctor Lorquin, volviéndose sobre la silla del caballo, preguntó: ¿Qué hacemos ahora, Frantz? Este es el sendero que se dirige a las colinas de San Quirino, y este otro el que baja al Blanru. ¿Cuál tomamos? Frantz y los hombres de la escolta se aproximaron.

Los guerrilleros parecían estupefactos; era imposible retroceder: por un lado había que saltar un muro del prado, y por el otro, era preciso trepar por la montaña. En su turbación, la pobre labradora cogió a Luisa por un brazo y gritó con voz alterada por el peligro: ¡Huyamos al bosque! Y quiso saltar por encima del trineo; pero sus pies no pudieron separarse de la paja.

El trineo, por el estrecho camino, se inclina á veces hacia la pared de la montaña, á veces hacia el precipicio; porque el abismo está allí, se pasa por su borde, se le sigue á lo lejos en perspectivas inmensas, como si al caer debiera irse á parar á otro mundo.

No tuvo tiempo mas que para gritar: «¡A las armas!... ¡Estamos cercados!... Me envía Jerónimo...; Labarbe ha muerto... Los alemanes han pasado el Blutfeld.» ¡Era un valiente! murmuró Catalina. , era un valiente contestó Frantz inclinando la cabeza. Quedó todo en silencio, y el trineo siguió avanzando por el valle tortuoso durante un largo espacio de tiempo.

Entre tanto, no me preocupo de que él perezca con un pensamiento que entonces amaba....! Por el aire se dilata alegre campanilleo... Son las campanas de plata del trineo... ¡Oh, qué mundo de alegría expresa su melodía! ¡Qué retintín de cristal en el ambiente glacial!