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Los reunidos salieron de la cabaña, y Hullin, en presencia de todo el mundo, nombró a Labarbe, a Jerónimo y a Piorette, jefes de los puertos; luego ordenó a los naturales de las orillas del Sarre que se congregasen lo más pronto posible cerca de la finca de «El Encinar» llevando hachas, picos y fusiles. Saldremos a las dos les dijo Juan Claudio , y acamparemos en el Donon, enmedio del camino.

Juntos fueron a recorrer los caseríos de alrededor, con el fin de encender en los pechos el amor a la tierra natal, y al siguiente día Labarbe acompañó a Hullin a casa del anabaptista Cristián Nickel, el colono del Painbach, persona respetable y de buen sentido, pero a quien no pudieron convencer de que debía tomar parte en la gloriosa empresa.

Juan Labarbe, por su parte, con el codo apoyado en un mango de hacha, permanecía impasible. Era un hombre de pálidas mejillas, nariz aguileña y finos labios. Tenía gran ascendiente sobre los de Dagsburg por su resolución y por la claridad de su talento.

Cada cual sabía de antemano el sitio que debía ocupar. Asimismo, Hullin dio orden a Piorette, a Jerónimo de San Quirino y a Labarbe de que le enviaran sus mejores tiradores.

Cerca de las cinco de la mañana, Kasper, el hijo de Materne, fue a decir a Hullin que Marcos Divès con un volquete lleno de cartuchos, Catalina Lefèvre en un carro y un destacamento de Labarbe acababan de llegar al mismo tiempo y que se hallaban en la meseta. Tal noticia causó a Hullin una viva alegría, sobre todo por lo que se refiere a los cartuchos, pues temía que llegasen tarde.

Pues bien; han pasado por allí dos a dos, han rodeado la Peña Hueca, han destrozado a Labarbe y han caído sobre Jerónimo, que se ha defendido como un león hasta las nueve de la noche; pero, al fin, se vio obligado a refugiarse en el monte y dejar el paso libre a los kaiserlicks. Eso ha sido, en resumen, lo que ha pasado. Es espantoso.

, es lo primero que tengo que hacer; hay que avisar a los leñadores, a los carboneros, a los almadieros, y decirles lo que ocurre. Desde luego; no dejes de ver a Materne del Hengst y a sus dos hijos, a Labarbe de Dagsburg y a Jerónimo de San Quirino.

Catalina se sentó, sin hacer ruido, en el sillón situado a la izquierda de Hullin, el cual, pasados breves instantes, continuó con mayor reposo: Entre once y doce de la noche, Zimmer llegó diciendo: «¡Estamos rodeados! ¡Los alemanes bajan del Grosmann! Labarbe ha muerto.

Catalina había llegado mientras tanto a la puerta de la fábrica de aserrar, y ordenó a Labarbe que dejara en el suelo un barrilillo de aguardiente, que había traído de la granja, y que fuera a buscar un cántaro a la choza del ségare. Pocos instantes después, Hullin, al acercarse a la hoguera, encontró a Materne y a sus dos hijos. Llega usted tarde le dijo el anciano cazador.

, pero para quitarles esas ideas nos basta con hacer una cosa muy sencilla: ocupar los desfiladeros de la Aduana y del Sarre, a nuestra izquierda, y el del Blanru, a la derecha; y como no se puede defender un puerto mas que conservando las alturas, Piorette irá a situarse con cien hombres del lado de Raon-les-Leaux; Jerónimo, al Grosmann, con otros cien, para cerrar el valle del Sarre, y Labarbe, al frente de los demás, se colocará en la ladera para vigilar las colinas de Haslach.