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No faltaban éstas en el buque. Todos los pasajeros tenían la suya, y hasta algunas señoras ocultaban en sus camarotes el arma de fuego niquelada, brillante y graciosa como un juguete. Había revólveres de todos los calibres, pistoletes automáticos de diversos mecanismos. Un argentino hasta le había ofrecido para el caso dos carabinas de repetición, con balas blindadas, que llevaba para su estancia. Pero todas eran armas vulgares, prosaicas, de última hora; armas sin tradición, que no podían servir por falta de títulos para que dos caballeros se matasen.

Y proclamemos, de cara al Destino y ante cañones de gruesos calibres, que existe un nuevo derecho divino: el de los pueblos a ser todos libres. Y antes que el tiempo nuestra espalda encorve, pueda la patria de tu amor, Rizal, bajo el glorioso luminar del orbe, levantar su bandera nacional. Manileño. Residió largas temporadas en la metrópoli, forzado algunas veces por su profesión militar.

Me parece que no te equivocas contestó el contrabandista . El pobre Yégof, desde luego, ha perdido la razón. Pero no se trata de eso ahora; Baizel, atiende a lo que te digo: vas a dedicarte a fundir balas de todos los calibres; por mi parte, voy a ponerme en camino de Suiza. Dentro de ocho días, cuando más, las municiones que faltan estarán aquí. Y ve en busca de mis botas.

Existía allí un horno célebre, que asaba por Navidades más de cuatrocientos pavos de distintos calibres. Las empanadas de perdices y de liebres no tenía rival; sus pasteles eran celebérrimos, y nada igualaba á los lechoncillos asados que salían de aquel gran laboratorio. Al por menor se vendían en la tienda: rosquillas, bizcochos, galletas de Inglaterra y mantecadas de Astorga.

Al fin, llegamos al pueblo, encaramado allá arriba como un nido de águilas, y me guió Neluco a la única hospedería que había en él: un casucho de mala muerte con un cuarto en el soportal, y en el cuarto un tosco mostrador y su correspondiente estantería con media docena de botellones y frascos de varios colores, algunos paquetes de cigarros y de cajas de cerillas, y media docena de vasos de otros tantos calibres; arrimado a la pared y sostenido por tres estacas sin labrar un tablón en bruto, de castaño abarquillado; delante y como a la mitad de este banco, una mesa de igual materia y del mismo estilo que él; sobre la mesa, un jarro y dos vasos medio desocupados de vino tinto, y, por último, sentados en el banco y con la mesa delante, dos hombres en los cuales ni el médico ni yo nos fijamos gran cosa por de pronto.

Ayúdanos, oh padre, a conquistar la gloria, que lograr no pudieron el plomo y el fusil; por símbolo izaremos la bandera del Arte, tocaremos tu flauta por bélico clarín; y sin armar cañones de potentes calibres, y sin teñir de sangre los campos del país, lo que jamás lográramos en sangrientos combates juramos alcanzarlo en artística lid.

En fin, no era razón dejar morir de hambre a los chiquillos de la Rita; la Fábrica daba limosna a bastantes pobres de fuera: con más motivo a los de dentro; y la maestra recorrió el taller con el delantal hecho bolsa, y llovieron en él cuartos, perros y monedas de diferentes calibres en gran abundancia.

Qué clase de artillería montaba, cuáles eran las formas, dimensiones y calibres de las piezas y cómo estaban montadas. Si los cañones iban en portas; si se usaban portillas para dar luz y ventilación á los alojamientos y si estaban éstas provistas de arandelas. Cómo estaba dispuesta la aguja de rumbo y si llevaban ballestillas para las observaciones astronómicas.

Por la escala gradual de calibres es de juzgar que á las carabelas, como naves menores, se destinarían las lombardas que tiraban dos ó tres libras de pelota de piedra y que así las llevaron las de Colón.

No siguieron este intento los rebeldes, antes bien tomaron el camino de Langui; y como se habia hecho pública su última derrota, se atrevió á perseguirlos D. Ventura Larda, unido á otros vecinos de aquella jurisdiccion, que lograron arrestar al mismo José Gabriel, á su muger Micaela Bastidas, y á dos hijos, Hipólito y Fernando, que entregaron para su segura conduccion y custodia á unos de los destacamentos que habian ido siguiendo su alcance, y fueron conducidos al campo español, donde aquel mismo dia habian sufrido ya la pena de horca 67 rebeldes, que se arrestaron en aquellas inmediaciones, cuyas cabezas se colgaron en los parajes públicos, para escarmiento de los demas sediciosos; á quienes se les tomaron ocho cañones de diferentes calibres, siendo el mayor del de á cuatro, 20 fusiles y escopetas, dos pares de pistolas, cuatro quintales de balas de cañon y de fusil, otros tantos de pólvora, 30 lanzas, y mucha parte de los robos y saqueos que habian hecho.