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Febrer torció su marcha, evitando aproximarse a Can Mallorquí. Fue hacia la torre del Pirata, pero al llegar cerca de ella continuó su camino, no deteniéndose hasta el mar. La costa de roca, que parecía cortada a pico sobre las aguas, estaba quebrantada por el embate de éstas durante siglos y siglos.

Mal prevenido el gran Maestre de San Juan, Gaspar de Valette, no pudo resistir el furioso embate y repetidos asaltos de los genízaros; faltáronle municiones, vituallas y gente, obligándole la necesidad á capitular con seguro de las vidas.

La puerta resistía aún al embate del enemigo; pero, en la previsión de que pronto la derribase, Morsamor no vacilaba en defender sin reparo la entrada abierta. A este fin, iba ya a descender al piso bajo del edificio, cuando oyó, en el piso principal, angustiosos gritos y clamores.

Los cantos de los tomos parecían haces de aristas encendidas, cada hoja era una línea, y unas caían sobre otras, torciéndose, quebrándose, hasta romperse como gavillas abrasadas. Los pliegos sueltos ardían rápidamente consumidos a un solo embate de la llama, y en su lugar quedaba una película negra, ingrávida, escrita con caracteres de fuego, que se iban extinguiendo poco a poco.

Oh, mil veces, mil veces venturosa La juventud que en lucha tan hermosa Puede toda su sangre derramar; La que serena ante el embate rudo De los tiranos, cae en el escudo Del mártir de una causa universal.

Envuelto por el humo del combate Su canto fué de paz y bendicion, Y de la lucha entre el feral embate Puro permaneció su corazon. El genio le ciñó con sus espinas, Su herencia fué una lágrima de hiel, Pero de sus creaciones peregrinas, Brotan torrentes de armonía y miel.

Cúmplase mi destino; yo no quiero luchar ya más contra la adversa suerte; el negro porvenir tranquilo espero, puestas mis esperanzas en la muerte. Siento que ya mis fuerzas agotadas, que mi mente, serena en otros dias, las unas por mis penas enervadas, la otra presa de horribles fantasías, ya nada oponen al terrible embate de ignota maldicion, que me persigue.

Al fin, llovía sobre mojado, y en cada nuevo embate de la enfermedad se llevaba ésta mayor tajada entre las uñas.

Una especie de grito de angustia se escapó de los labios de Magdalena y sin pronunciar una palabra, puestos los codos sobre el balconcillo que nos separaba del abismo, sintiendo que la enorme torre oscilaba bajo nuestros pies a cada embate del viento, atraídos por el inmenso peligro y como solicitados desde abajo por el clamor de la marea que iba subiendo, permanecimos largo tiempo en el más grande estupor, semejantes a personas que teniendo los pies apoyados en la frágil vida, un día, por milagro, corrieran la nunca oída aventura de mirar y de ver el más allá.

La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas.