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Además, el maestro Juan Bou parecía reventar de gozo... Los oficiales no se explicaban la causa de esta alegría; unos la atribuyeron a la buena marcha del negocio de las Rifas; otros a que se había sacado el premio gordo de la Lotería.

Repetidas veces la invitó Bou a visitar juntos el palacio de Aransis, cuyas bellezas él no había visto; pero Isidora se excusaba siempre por miedo a la exacerbación de sus sentimientos en presencia de aquellos venerados y queridos sitios, su patria perdida. Un día que la Rufete venía de casa de su prendera, encontró al litógrafo en la calle del Duque de Alba.

Ensayó, y bien pronto las cacharrerías todas de Madrid expendían papel picado, que en comparación del antiguo era un modelo de elegancia, pues tenía figuras de majas, toreros y tipos populares. El único vicio de Juan Bou, si vicio puede llamarse, era la Lotería. No había extracción en que no comprase su par de décimos.

Dice este repitió el oficial, que se pirraba por delatar los disparates de su amigo que todos no son iguales y que él está ya cargado de ser pobre. No hay pobreza en la honradez, no hay honra como la del trabajo afirmó Juan Bou incorporándose y dejando ver el esplendor lumínico de su ojo rotatorio, que parecía una rueda de fuegos artificiales . ¡Pobre!¿Qué ere decir esto?

Pasó Bou a otra sala; de allí a un hermoso gabinete, del gabinete a una recatada y obscura alcoba, y allí creyó distinguir a la que buscaba. La escasa claridad no permitía a Juan Bou ver los objetos. Avanzó, empezó a ver bien, y en efecto, allí estaba Isidora, sentada junto a una cama en la cual apoyaba su brazo derecho.

Juan Bou decía que los señores de la sociedad rifadora debieron de hallar sapos, culebras y otras alimañas en la gestión del joven Relimpio. Lo cierto fue que un día vinieron mozos de cuerda y se llevaron los libros y todo el material de la oficina.

No era como el célebre Erostrato. ¿Quién? Uno que pegó fuego dijo Bou reventando de erudición a un templo... no si de Babilonia, de Venecia o de dónde. ¿Y sacó dinero? Vuelta con el dinero. Con dinero se tiene todo. Y quieres tener todo: gozar, disfrutar; lo mismo que cualquiera de esos pillos, lo mismo que la sanguijuela A o la sanguijuela B.

Pero Juan Bou desconcertaba todas las disquisiciones de sus oficiales, porque de repente se volvía triste y daba unos suspiros que habrían partido la piedra litográfica si esta fuera un poco menos dura. Creyérase que se incomodaba consigo mismo y que quería echar de una mala idea.

Primero mudar de aires; luego entonarte con una enseñanza primaria; después sigue la gran toma, el casorio con Juan Bou, y por último viene la extirpación del cáncer, que es la idea del marquesado». Isidora creía escuchar el mayor de los insultos. «Si de ese modo quieres curarme dijo con altivez , renuncio a tus medicinas.

¿El pleito?... ¿Sabéis como haría yo que se ganaran de una vez todos los pleitos? dijo Bou, regocijándose con el efecto que sus admirables ideas causaban en los dos muchachos . Pues mandaría pegar fuego a todos los archivos, a la escribanía A y a la escribanía B. Total, que no dejaría un papel vivo. La humanidad no necesita de papeles. Hay que liquidar..., ¿estáis?