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Juan anda chalao tras ella; está tonto; que ha hecho mil bajesas pa que ella, acordándose de que es una señorona, no le eche a la calle, avergonzada de tené relaciones con un torero... Ahora se ha ido. ¿No lo sabía usté? Se ha ido porque se aburría en Seviya. Yo tengo gentes que me lo cuentan too.

No me he fatigado gran cosa. Yo creo que estoy mejor. Las pildoras de Dehaud, me parece que me prueban bien. Vaya, me alegro que al fin hayamos dado con una medicina que produzca algún efecto... ¿Quieres sentarte? Abuelita, dame un chocho dijo la niña interrumpiéndoles. No tengo, hija mía... ¿Tienes algún caramelo, Ventura? No. Tene Jame que está aquí. Venturita se puso horriblemente pálida.

Yo tengo enemigos: gente que me la tié jurá. A veses hay charranes que yevan el soplo con la esperansa de unas pesetas, o descastaos que se les manda una cosa y no la hasen; y pa que toos respeten a uno, hay que tené la mano dura. Si uno les pincha de verdá, quea la familia pa vengarse.

Limpiad los ojos humidos del llanto, Mugeres tiernas, y tené entendido Que vuestra angustia la sentimos tanto, Que responde al amor nuestro subido, Ora crezca el dolor, ora el quebranto, Sea por nuestro bien diminuido, Jamas en vida ó muerte os dejaremos, Antes en muerte y vida os serviremos.

Y yo no juí ayer, don Fermín; farté como he fartao otros días: porque no me da la gana de levantarme temprano los domingos, porque en la noche del sábado me gusta tomarla con los compañeros. ¿Pa qué trabaja uno, sino pa tené un rato de alegría?... Además; él era dueño de sus domingos. El amo le pagaba por su trabajo; él trabajaba y no había por qué cercenarle su día de descanso.

Hay que tené compañerismo...» Porque usté no negará, señó Juan, que aunque usté sea un presonaje y yo un desgrasiao de lo peorsito, los dos somos iguales, los dos vivimos de jugar con la muerte.

Hay que tené el ojo bien abierto y la mano dura, pa que le respeten a uno y no lo vendan. Los probes son güenos, pero la miseria es una cosa fea que güerve malo al mejor. Si no me tuviean mieo, ya me habrían entregao a los siviles muchas veses.

Fuime a casa, que apenas acerté, y fue ventura el ser de mañana, pues sólo topé dos o tres muchachos, que debían de ser bien inclinados porque no me tiraron más de cuatro o seis trapajos y luego me dejaron. Entré en casa, y el morisco que me vio comenzóse a reír y a hacer como que quería escupirme. Yo, que temí que lo hiciese, dije: -Tené, huésped, que no soy Ecce-Homo.

Tene mamá chocho... Ven... dame uno. Y la llevó por el vestido al gabinete de su madre. Al entrar en él la niña, pareció sorprendida y echó una mirada a todas partes. Ventura había salido a recibirlas con la sonrisa en los labios, besando a su madre cariñosamente: ¡Jesús, qué pinitos! ¿Cómo te has decidido?... No si te convendrá subir escaleras, mamá... ¿Te sientes bien?

¿Qué Jame, niña? preguntó doña Paula. Nada, nada, cualquier tontería... ¿Conque te han probado bien las pildoras?... Si don Rufo, por más que digan, entiende... ¡Vaya si entiende! se apresuró a decir Ventura con voz temblorosa, la faz tan descompuesta, que su madre la miró sorprendida. Jame está aquí... Tene chocho... Ven, abuelita. La niña tiró del vestido a la señora.