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Estás tan feo, Que no me acuerdo, si no eres Demonio que persiguiendo Me estás. No, vuelve á sentarte. haré. Yo, Nerón soberbio, Soy el clérigo á quien distes De puñaladas. ¡Yo! Es cierto. Mas anduviste atrevido; Y aunque fué justo tu celo, Ni á , Rey, me respetastes, Ni era tuyo aquel empeño. ¿A mi hermano? ¡Qué dices! Suelta el puñal. Ya le suelto.

» Te has olvidado ya, Magdalena le repliqué, que hace dos días reducíase toda tu ambición a sentarte en ese maldito sillón como dices, y ahí, junto a la ventana, creías estar en un paraíso terrenal. Así pasaste ayer todo el día y te diste por muy contenta con ello. » Tienes razón, pero lo que ayer tenía yo por bueno no lo es ya hoy.

Al cabo has logrado la dicha de sentarte a la misma mesa que D. Pantaleón Sánchez. Como comprenderás, Adolfo, lo que menos me importa a es D. Pantaleón. Lo que me interesaba, y mucho, era hablar con su hija. No puedes figurarte la impresión que he sentido. Ya sabes que estaba enamorado, ¡pero de verdad!

No me he fatigado gran cosa. Yo creo que estoy mejor. Las pildoras de Dehaud, me parece que me prueban bien. Vaya, me alegro que al fin hayamos dado con una medicina que produzca algún efecto... ¿Quieres sentarte? Abuelita, dame un chocho dijo la niña interrumpiéndoles. No tengo, hija mía... ¿Tienes algún caramelo, Ventura? No. Tene Jame que está aquí. Venturita se puso horriblemente pálida.

Hazme el favor de sentarte, porque ya has crecido bastante, según creo... y déjate de sutilezas. Gonzalo se dejó caer en la butaca que la niña le señalaba, dominado por sus ojos brillantes y maliciosos. Desde que había entrado en aquel cuarto sentía un gozo íntimo, mitad corporal, mitad espiritual que le embargaba a la vez los sentidos y el alma. El perfume que respiraba se le subía a la cabeza.

Pero ese mismo beso no me gustó; a no me habría besado de otra manera. , pero ni siquiera lo ha hecho agregué para mis adentros. Después permanecieron nuevamente inmóviles y silenciosos. Mi corazón latía con tanta violencia, que tuve que apretarme el pecho con las dos manos. Al fin, Marta le dijo: ¿No quieres sentarte, Roberto?

Aprende a sentarte bien en la silla; para que no parezcas colegial o sacristán que va diciendo: «¡Para la misa de doce!».... Pon cuidado; te sientas a plomo, naturalmente, sin echarte ni para atrás ni para adelante; nada de estirar las piernas como un gringo, sueltas, sueltas.... Ya veremos. Si lo haces mal me voy a reír de , y te harán burla las muchachas.

Mira, condecito, ahora debes ir a sentarte a su lado. Ya verás cómo no se levanta entonces dijo Manuel Antonio. , , debe usted ir, Luis apoyó María Josefa. Vamos a ver una cosa curiosa, a decidir si está o no enamorada de usted. ¿Verdad, Amalia, que debe ir? , me parece que debe usted sentarse a su lado dijo la dama. Su voz salió apagada y temblorosa.

Necesitaba un dolor profundo para humanizarse y hacerse capaz de sentir compasión. Pero Perla tenía tiempo sobrado para ello. Ven, hija mía, dijo Ester; vamos á sentarnos en el bosque y á descansar un rato. Yo no estoy cansada, madre, replicó la niña; pero puedes sentarte si quieres, y entretanto contarme un cuento. Un cuento, niña, dijo Ester, y ¿qué clase de cuento?

Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?