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Y vos, dichoso niño, que en siete años Que tuvistes de vida, no tuvistes Con vuestro padre inobediencia alguna; Corred con vuestro ejemplo mis engaños, Serenad mis paternos ojos tristes, Pues ya sois sol, donde pisáis la luna; De la primera cuna A la postrera cama No distes sola un hora De disgusto, y agora Parece que le dais...

Que impide la luz del cielo. Esme ya tan natural, Señor, el llanto y tormento, Que si me dexa un momento, Lo tengo por mayor mal; Aunque estoi y estaré Alegre al obedeceros, Pues distes tantos dineros Por , sin saber por que. Porque os prometo, señor, Que de miseria y pobreza Tengo quanto de riqueza, Si la riqueza es dolor.

Los Arraces ufanos, con el miedo Que yo no les tomase su cristiano, A Tituan con priesa lo llevaron, Y en siete mil ducados le tallaron. Un tan ilustre y rico caballero Por tal vil precio distes, vil canalla? Tanto os acudiciastes al dinero? Tan grande os pareció que era la talla, Que le añadistes otro compañero, El qual solo pudiera bien pasalla?

En cuantas historias conozco de hombres que para medrar o para divertirse y holgarse se han dado al diablo, el diablo figura después constantemente al lado de ellos como ayudante o espolique, y no has de ser menos aunque distes muchísimo de haberte dado al diablo. Tendrás, pues, escudero, aunque natural y humano.

-Un estudiante -respondió el criado- a quien distes cuenta de vuestros pensamientos fue el que lo descubrió, movido a lástima de las que vio que hacía vuestro padre al punto que os echó de menos; y así, despachó a cuatro de sus criados en vuestra busca, y todos estamos aquí a vuestro servicio, más contentos de lo que imaginar se puede, por el buen despacho con que tornaremos, llevándoos a los ojos que tanto os quieren.

que distes al libro de la Historia página eterna de tu eterna gloria ejemplos de valor y de constancia, los héroes de Sagunto y de Numancia; que hiciste temblar al mundo entero; que enarbolaste tu pendón guerrero en todos los confines de la tierra y con valor profundo agrandaste los límites del mundo; que el lábaro santo de tu peregrina clavaste en la Alhambra granadina y en las sangrientas aguas de Lepanto; que alumbraste a la humana historia con los reflejos de tu inmensa gloria, no puedes perecer, nación guerrera.

Estás tan feo, Que no me acuerdo, si no eres Demonio que persiguiendo Me estás. No, vuelve á sentarte. haré. Yo, Nerón soberbio, Soy el clérigo á quien distes De puñaladas. ¡Yo! Es cierto. Mas anduviste atrevido; Y aunque fué justo tu celo, Ni á , Rey, me respetastes, Ni era tuyo aquel empeño. ¿A mi hermano? ¡Qué dices! Suelta el puñal. Ya le suelto.