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Actualizado: 13 de junio de 2025
Y además, a él le convenía tener de su parte a la doncella de la Regenta, hacerla suya, completamente suya...». Petra.... ¿Señor? gritó ella fingiendo susto. ¿Quieres crecer? Pues bastante buena moza eres. Mira, no seas tonta... si no tienes prisa... puedes sentarte.... Así como así, yo quisiera preguntarte... algunas cositas respecto de.... Lo que usted quiera, don Fermín.
iHija del aire! te protesto que, despues del dia fatal... Pero la palabra es un vano soplo, ven a verme en mi sueno, o a las horas de mis desvelos, ven a sentarte a mi lado; he cesado de estar solo, mi soledad se halla turbada por las furias. En mi rabia rechino los dientes mientras que la noche estiende sus sombras sobre la tierra, y desde la aurora hasta ponerse el sol no ceso de maldecirme.
Mientras tanto, D. Bernardo, de malísimo talante, no tanto por la travesura de su hijo como por las incorrecciones de su esposa, sirvió la sopa a todos los comensales, llenando también el plato de aquélla y el de su hija ausente. Al llegar al de Enrique, dijo en tono perentorio: Niño, ven a sentarte a la mesa. Pero Enrique se hizo el sueco y siguió gimiendo y pataleando a ratos.
Ya lo comprendo; pero hay que hacer algo por sí, hombre. Claro está que si uno se abandona al sueño, nunca se levantará cuando necesita ni tendrá tiempo para nada. Tú duermes mucho, hijo: eso no puede sentarte bien. Pienso que tu padre tiene razón cuando dice que tus ojeras provienen de eso. ¿Quién los ha visto cruzar por la plaza?
¡Niño! gritó D. Bernardo con voz estentórea. ¡Ven ahora mismo a sentarte a la mesa! El muchacho levantó la cabeza atemorizado y mirando a su padre que tenía los ojos clavados en él con terrible expresión de cólera, comenzó a caminar a regañadientes y como arrastrado hacia la mesa.
Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?
Ardiente y grave a la vez, como trasunto del genio de su autor, era uno de esos valses que arrebatan y a la vez invitan a meditar. Amaury hacía lo posible para sostener a Magdalena; pero a las pocas vueltas notó que flaqueaban sus fuerzas y le dijo con cariñoso interés: ¿Quieres sentarte a descansar, Magdalena? ¡No! ¡no! contestó la hija del doctor.
De aquí a tres días, podrás satisfacer tus deseos. » ¡De veras! exclamó Magdalena, palmoteando como un niño a quien se le promete un juguete deseado con ansia mucho tiempo. »Y aun hoy mismo te dejaré ir sin el auxilio de nadie a sentarte en el maldito sillón. Hay que ensayar las piernas antes que las alas. La señora Braun y yo marcharemos a tu lado por si acaso hubiera que sostenerte.
Ahora me explico el furor de Villavicencio contra ti. ¿Pues no dice que tú eres el autor de todo y que es preciso sentarte la mano? ¿A mí? Y disculpaba a lord Gray... Se me figura que quieren hacer justicia en tu persona sin molestar para nada al señor milord.
Ambos, callados y taciturnos, contemplaron largamente la hoguera que Linón atizaba pausadamente. Pero la morenita concluyó por impacientarse de este silencio. ¿Por qué no bailas, Jacinto? Porque á mí sólo me apetece bailar contigo. Pues entonces puedes sentarte y esperar, porque va para largo. ¿No me quieres por pareja? Sí, pero más tarde... el día en que principies á afeitarte.
Palabra del Dia
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